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    Kon-Tiki
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Kon-Tiki

    Una expedición pura y una aventura cinematográfica auténtica

    por Beatriz Martínez

    En 1950, Thor Heyerdahl ganó el Oscar al mejor documental gracias a la película que ponía en imágenes la gran hazaña que estuvo persiguiendo toda su vida: una kamikaze travesía por el Océano Pacífico en balsa que le ayudó a demostrar que las islas de la Polinesia bien podían haber sido colonizadas por las civilizaciones preincaicas que adoraban al Dios Tiki.

    Ahora, los noruegos Joachim Rønning y Espem Sandberg vuelven a recrear esta grandiosa odisea marítima adaptándose a los moldes de la aventura clásica en esta película que fue nominada a los Oscar 2012 en la categoría de mejor film de habla no inglesa, el mismo año precisamente que Ang Lee obtenía el galardón al mejor director por La vida de Pi. Ambas tienen de hecho mucho en común, a pesar de que cada una enfoca las peripecias en alta mar desde perspectivas totalmente contrapuestas: Kon-Tiki desde el realismo más cotidiano y La vida de Pi utilizando la poesía y los elementos visuales más vistosos para orquestar un espectáculo de naturaleza new age.

    A los aguerridos noruegos no les hace falta utilizar más parafernalia de la necesaria para que su película logre alcanzar momentos de una gran fuerza expresiva. Su mayor baza se encuentra sin duda en toda la parte central del film, cuando la expedición comienza su viaje y deja atrás todos los procesos burocráticos y las dificultades económicas para poner en marcha los planes del idealista y entregado Thor Heyerdahl.

    Justo cuando embarcan, la cámara se sitúa a la altura del rostro del protagonista, y da una vuelta de 360 º. A su alrededor, sólo hay agua. Después veremos un plano general que nos enfrentará a la inmensidad del océano, en medio del cual vemos la pequeña y quebradiza embarcación de Thor y su tripulación. Un momento de una enorme belleza pero también de un profundo desasosiego y terror, dos sensaciones que se mantendrán presentes el resto de la película.

    Kon-Tiki alcanza sus mejores momentos en algunos episodios casi independientes que se integran en la narración, especialmente en el azote de la tormenta nocturna (que nada tiene que envidiar a lo que supuso en su momento La tormenta perfecta) y en el ataque de los tiburones en manada (de un realismo escalofriante), dos momentos filmados con una precisión milimétrica, que trasmiten tensión, angustia y desasosiegos más que reales.

    A favor: La dirección de algunas de las secuencias más impactantes, es realmente espectacular.

    En contra: La primera parte se hace excesivamente larga.

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