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    El libro de la vida
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El libro de la vida

    Orfeo moreno

    por Suso Aira

    A medida que hemos estado asistiendo a la mengua creativa de Tim Burton, sus incursiones en la animación inclusive, han florecido con ímpetu algunos herederos o hijos espúreos que no han tardado en ocupar el lugar del otrora estimulante cineasta. Uno de ellos es el dibujante y animador Jorge R. Gutiérrez, quien consigue con este estallido gráfico e iconográfico, con esta explosión de músicas, referentes folclóricos e imaginería macabro-sobrenatural que es El libro de la vida sacarle los colores (literalmente) a algunas que otras novias cadáver.

    Ha tenido suerte Gutiérrez de contar como mecenas y productor de su película con un alma (excesiva) gemela llamada Guillermo del Toro. Miedo me da lo que hubiera pasado si el Tim Burton actual hubiera vampirizado desde la producción El libro de la vida. Seguramente no habría sido lo que es: una divertidísima ranchera que no tiene ningún reparo en colar dentro de su mitología azteca un remake (con Eurídice cambiando de sexo y dos viajeros del inframundo en vez de uno) del Orfeo negro de Marcel Camus. El carnaval carioca es aquí esa fiesta de los difuntos que parece salir de la pantalla como una abigarrada y desbordada catarata de imaginación plástica, y el tono romántico-poético y luctuoso del mito no americano es sustituido por toneladas de humor y de petardeo.

    Más cercana a Los tres caballeros o a cualquier musical de Maurice Chevalier, Nelson Eddy o Jeanette MacDonald que al goticismo burtoniano (o también al de Del Toro), la propuesta de Gutiérrez me ha recordado en su amalgama bizarra de mitologías pasadas por el túrmix de la carcajada cómplice a aquella historieta del Superlópez de Jan: La caja de Pandora. Y a esa nueva animación de Cartoon Network que bebe de la vanguardia que fuera la UPA con tanta ansia como de las manifestaciones folcloristas mexicanas populares. Un disfrute en el que falta Speedy González… o acaso ya esté ahí…

    A favor: Es una pura maravilla para los sentidos.

    En contra: Tiene miedo de volverse surrealistamente deliciosa.

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