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    Renoir
    Críticas
    2,5
    Regular
    Renoir

    Los artistas y la modelo

    por Quim Casas

    De acuerdo, el título de esta crítica puede resultar demasiado fácil en su evocación de la reciente película de Fernando Trueba, "El artista y la modelo", rodada más o menos al mismo tiempo que el filme que ahora nos ocupa, 'Renoir'. Pero, al menos en algunas de sus partes, ambos relatos son intercambiables ya que narran el cambio que se produce en un artista famoso en el ocaso de su vida y de su obra (aquí el pintor Pierre-Auguste Renoir, allí un escultor imaginario) cuando hace acto de presencia una muchacha bella y resuelta que se convierte en nueva (y última) modelo a la vez que fuente de inspiración, agitación y contradicción. Incluso el contexto histórico es similar pese a que Trueba ambiente su historia en la segunda guerra mundial y la de 'Renoir' transcurra durante la primera gran guerra.

    Pero si "El artista y la modelo" se centra en la relación entre estos dos personajes, el escultor y su modelo, el dirigido por Gilles Bourdos tiene más pretensiones: aquí la modelo, Andrée

    Heuschling, inspira con su cuerpo y resolución los últimos lienzos de Renoir padre a la vez que enamora, con sus encantos casi bipolares, al hijo del pintor, ni más ni menos que Jean Renoir. Por allí está también el joven Claude 'Coco' Renoir, el hijo pequeño de Pierre-Auguste, que con el paso del tiempo se convertiría en productor y colaborador de su hermano Jean (no confundir con el otro Claude Renoir, director de fotografía de Jean y de otros insignes cineastas franceses, que era hijo del otro miembro del clan, el actor Pierre Renoir). Y como el púber Claude también desea a su modo a Andrée, esta se convierte en objeto de deseo de toda la familia, artistas reputados de la pintura y artistas en ciernes del cine.

    Si bien la historia funciona en cuanto a la adecuación de los tiempos emocionales de cada personaje –y el director renuncia, con buen criterio, a intentan reproducir la estética y la luz de los lienzos de Renoir, aunque realza la importancia del paisaje mediterráneo–, no es menos cierto que se trivializa demasiado la verdad entre estos mismos personajes bien conocidos o reconocibles. La forma de mostrar como Jean Renoir accedería al cine simplemente porque estaba enamorado de Andrée –convertida poco después en su actriz y musa particular con el nombre de Catherine Hessling, protagonista de títulos como "La fille de l’eau" (1924), "Nana" (1925) y "La cerillerita" (1928)– resulta un tanto vulgar, por mucho que Jean lo afirmara así en sus memorias.

    El contexto, la magnitud de los personajes –estamos hablando de uno de los grandes impresionistas de la pintura y del que posiblemente sea el gran clásico del cine francés–, acaba engullendo la ficción dramática pese al notable esfuerzo de los actores, especialmente Michel Bouquet como el patriarca Renoir, por dotar de humanidad unas figuras notables absorbidas por su peso en la historia del arte.

    A favor: la atmósfera mediterránea, el uso de la luz y el trabajo de Michel Bouquet.

    En contra: la trivialización de los hechos reales que son narrados

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