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    Closed Circuit
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

    127.193 usuarios 920 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 14 de enero de 2015
    Ninguna novedad, todo correcto, sigue los pasos previstos..., sentencia que puede que sea lo peor a decir sobre una película.
    Un atentado terrorista, muertos que vindicar, un chivo expiatorio a quien acusar, un adecuado culpable, espías pretenciosos, expiados que se rebelan, un juicio a puerta cerrada, dos abogados empeñados en averiguar más de lo permitido y, un montón de secretos, silencios, tejemanejes y acciones en aras de la seguridad nacional, del bien de la nación y la convivencia sana, ordenada y estable de los ciudadanos, ilegalidad al servicio de la paz y legalidad mancillada en una jerarquía piramidal tildada de legítima donde el de arriba siempre vence y machaca -o la mayoría de veces- al de abajo.
    Muchas veces visto, otras tantas expuesto con más o menos acierto, David-individuo contra Goliat-estado y toda la colateral parafernalia que se intuye y presiente para este tipo de historias donde luchar contra viento y marea por revelar la verdad, respetar la pureza de la justicia, el equilibrio de la ley, donde no se permite la muerte de inocentes utilizados en pos de un beneficio mayor, donde denunciar que los resultados no justifican las formas y, que no todo vale por la seguridad nacional y la paz mundial.
    Lo justificado no tiene por qué ser justificable y lo aceptado políticamente puede no ser aceptable moral y éticamente, cuando se confunden ambos y se funden en unión de conveniencia mutua y a favor de lemas grandilocuentes estamos ante la violencia en cubierto de una dominación legítima gubernamental a denunciar, que quiebra el alma, paraliza el corazón, corrompe la inocencia de todo ser y contamina todo digno estar ahora alienado de porquería burocrática que convence de la necesidad de inmundicia que nos proteja.
    Eric Bana correcto, apropiado y solvente en el papel de héroe resignado que no siempre puede contra el colosal gigante, una guapa compañera de reparto y suavidad, comodidad, relajada adrenalina y dosis formal y equitativa de emoción y suspense que apenas roza para calentar el ambiente, acción mínima apenas palpable y, simplemente, dejar rodar la bola puesta en marcha, que se deslice por inercia propia por el camino supuesto, sin grandes virajes ni percances que alteren el previsible destino marcado.
    Nota característica es el formato de juicio cerrado que ofrece la justicia inglesa y su manejo de las pruebas y evidencias que pueden ser o no conocidas por la ciudadanía, un veto de censura manejado por los mandamases al cargo del poder oculto, mucho más enriquecedor y exquisito que el de corte y pega de cara al público, propia de cualquier época dictadora que se precie pero en plena era de la globalización, de la hermandad entre países, de la comunión internacional que nos une y bendice y un montón de cháchara para decorar la verdad que siempre ha movido el mundo, jefes arriba/peones abajo-mando/obediencia y quien se salte la línea o normas..., servirá como caso verídico o ficticio basado en hechos reales para un filme que cumple con su misión de entretenimiento pero que se conforma con migajas de lo que pudo ser, que ofrece buen material aunque se restringe a si misma antes de analizar todas sus opciones, que juega a ser Hércules más no osa alcanzar la gloria, moderación en este juego de poder/justicia/gobierno cuyas tablas no tiemblan en exceso y cuyo escenario no brilla más allá del acertado impuesto soportado.
    Conformismo que no molesta pero tampoco alienta en demasía es la nota media característica para un relato común, familiar y conocido que no altera tus pensamientos ni supone un gran esfuerzo de deducción dentro de su plausible galimatías, una pista lleva a otra pista combinado con un poco de coraje, mucha voluntad y permisiva valentía, a mover la coctelera y a disfrutar sin molestias ni incomodidad de esta bebida fresca, ágil, llevadera y de sabor ameno sin alta graduación alcohólica, podrás conducir tras verla sin dar positivo en el control de alcoholemia ni tener pensamientos indigestos para desmenuzar toda la información vertida, tan sencillo como acallar al bocazas inoportuno, aplacar al atrevido molesto, culpar al inocente pardillo y liberar al sabido enemigo-amigo conveniente por el momento.
    Circuito cerrado sobre si mismo sin mayores contratiempos.
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