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    Come duerme muere
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    Javier P.
    Javier P.

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    4,0
    Publicada el 21 de octubre de 2013
    La ópera prima de Gabriela Pichler, que consiguió el Premio del Público en Venecia, viene desde Suecia y se llama Äta sova dö (Eat Sleep Die). Es el retrato de Raša, joven sueca de procedencia montenegrina que es despedida de una fábrica de empaquetado de comida por recortes de personal. En una semana en la que se ha anunciado el cierre de una fábrica de Suzuki en Gijón, y el despido de casi 5000 trabajadores en Iberia, nadie puede negarle a Pichler la vigencia de su obra.

    La intención de la sueca no es la denuncia social, sin embargo, sino el retrato personal de una de las víctimas de esos porcentajes que vemos cada día en televisión. Es la individualización a la que tiende el cine europeo desde hace años, mostrar las consecuencias de los problemas y conflictos del continente en la piel de las personas. Esta vez, el paro vivido en las carnes de Raša, personaje cuya construcción de Nermina Lukac es uno de los puntos fuertes de la película.

    La joven inquieta, nerviosa, experta en su trabajo pero en nada más, optimista, acomplejada pero valiente, es la principal responsable de que el espectador se interese por la historia, aunque no la única. El resto de personajes que habitan ese pequeño pueblo de Suecia que se enfrenta al fin de la era industrial conforma un fresco muy honesto, desde el padre de la protagonista hasta el grupo que la acompaña a las sesiones de preparación para buscar trabajo.

    Es en estas sesiones en las que se abre uno de los frentes más interesantes de la película: la exploración colectiva de qué le ocurre a una persona cuando es despedida del trabajo. Problemas de autoestima, necesidad de re-definición de conceptos y de la propia identidad, la posibilidad de que la rutina se convierta en una sucesión de comidas, tiempos de sueño hasta parecer muertos en vida… Y más en el caso de unos trabajadores en cadena, cuyas funciones y tareas carecían de sentido por sí mismas y cuyas capacidades concretas de poco sirven para los nuevos trabajos que hay en el mercado.

    Raša se enfrenta a estos problemas con su característica personalidad, cogiendo al toro por los cuernos, y embistiéndole con su propia cabeza. Recuerda a otros relatos agradecidos que hemos visto en otras ediciones del festival, como el de Fish Tank o el de Joy, en las que Katie Jarvis y Samira Maas también estaban estupendas.
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