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    El otro guardaespaldas
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El otro guardaespaldas

    Ruta (europea) suicida

    por Marcos Gandía

    Cuando decimos eso de que ya no se hacen películas así no nos estamos refiriendo, la mayoría de las ocasiones, a los años dorados del cine más clásico. Muchas veces simplemente estamos exponiendo una realidad (con su punto de nostalgia más o menos contemporánea), y la realidad es que ya no se hacen películas como El otro guardaespaldas, una buddy movie deslenguada (debe tener más tacos que El sargento de hierro y Pulp Fiction juntas), violenta, barata y sin ningún tipo de ganas de ser un homenaje a nada. Aunque podamos detectar en ella los mimbres de los policíacos de acción más pirados de los años 70 (la Ruta suicida de Clint Eastwood), los films de colegas ochenteros (Huida a medianoche, Arma letal…) y el palomitero actioner con socarronería y oficio de John Badham durante los primeros 90, lo cierto es que la película de Patrick Los mercernarios 3 Hughes es un producto videoclubero que parece más caro de lo que es, sin ningún tipo de pudor, políticamente incorrecto, extremadamente divertido y tan o más delirante que las olvidadas producciones directas-a-video de Joseph Merhin y Richard Pepin.

    Sabiendo que tras El otro guardaespaldas se halla la simpática y exploit productora Millenium (y la reciclada Nu-Image con sus estudios en Sofía, la capital de Bulgaria, los Nu Boyana) todo ya nos cuadra, aunque sea más curiosos ver que sea una major, la Warner, quien la presente en sociedad y haya recaudado unos buenos millones en su estreno USA. Exagerando todos sus elementos para que sean más aparatosos y vistosos de lo que en realidad son, pero sin engañar nunca en que todas esas virgueras persecuciones interminables y delirantes, ese salvajismo en los tiroteos y torturas… son exactamente iguales que los títulos noventeros que tanto nos llamaban desde sus carátulas y sus secuencias con especialistas no sindicados que no dudaban en jugarse la vida en una única toma.

    Tenemos, sí, a dos estrellas (Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson), pero con ganas de juerga y conscientes de que ya casi ninguna producción mainstream les va a permitir tanta incorrección, tanta improvisación y tanta complicidad. Un humor que va del toma y daca verbal (con esa autoconsciente aseveración respecto a acabar desvirtuando la palabra motherfucker), los momentos musicales (los dos memorables flashbacks cómo-conocí-a-mi-media-naranja; Reynolds cantando con voz amoñada en el coche) a la cara B de la romcom. Y lecciones sin aleccionar sobre ética (¡Quién es una buena persona? ¿El que mata hijo de putas o el que les protege?), política, genocidio y la inutilidad de la Interpol. En resumen: una película como las de antes de que el cine de acción se volviera autoconsciente y se castrara para no ofender a nadie. O lo que es lo mismo: una juerga por Europa (Ámsterdam principalmente) para amantes del VHS que ya no existe. 

    A favor: Su desvergüenza, su reparto pasándoselo bien sin tomarse nada en serio. 

    En contra: ¿No se harán ya películas así porque ya no hay un público para ellas?

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