The Time Being

Es la obra de un admirador de la pintura (Nenad Cicin-San), quien se animó a escribir juntamente con el exquisito Richard Gladstein una historia de dos vidas simétricas ligadas por la búsqueda de los recuerdos y el temor al egoísmo del artista al evitar la diagramación de su estética a la realidad auténtica. En el principio, Daniel musita ante el fuego (una constante del film, al igual que el agua, un elemento esencial para la comprensión del asunto) la imposibilidad de crear alejado del contacto con la vida personal. Dedicado a copiar fotografías de frutos o de hortalizas y trasladarlas al lienzo en forma desfigurada se enlaza con un misterioso anciano al borde de la muerte. Ambos intercambian el rol de benefactor. El hombre agónico le pide ayuda al perplejo joven, la consigue y logra un paralelismo intenso sólo comprendido por un artista desesperado por no destruir el presente y salvarse de la impiedad de los recuerdos desgraciados. Un gran film, de una belleza fotográfico inmensa, hecho de detalles insinuantes y de un diálogo deliberadamente escueto. Wes Bentley y Frank Langella consiguen sumergirse en el dilema de la salvación del artista sometido por el egoísmo. Imperdible. El críptico sentido del título invita al espectador a intuir la influencia del tiempo en el alma del auténtico artista creativo. Nadie puede superar la marcha del tiempo (las manecillas del reloj simbólico en el centro del ojo de Daniel) y, por lo tanto, traicionar las mágicas fábulas de su inconsciente trasladadas al lienzo.