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    La Venus de las pieles
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    La Venus de las pieles

    MetaPolanski

    por Paula Arantzazu Ruiz

    En el origen y en el final, el verbo. Resulta como mínimo llamativo que las dos últimas obras de Roman Polanski se refugien en la obra teatral, escenario alejado del artificio cinematográfico y donde la palabra y el cuerpo toman por completo la atención del espectador. Si en Un dios salvaje, el cineasta galo de origen polaco se apropiaba de la obra de Yasmina Reza para denunciar la hipocresía social de las buenas maneras, en La Venus de las pieles se adueña del texto de David Ibes, basado en la novela de Leopold von Sacher-Masoch y en Las bacantes de Eurípides, para ofrecer una mirada descarnada, impúdica y repleta de verdades en torno a la mínima unidad diálectica: la pareja.

    En este caso, el hombre es Thomas, un director de teatro interpretado por Matthieu Amalric, a quien no es difícil ver como trasunto del propio Polanski, y la mujer, Vanda, una actriz entrada en años y en carnes, de apariencia vulgar e interpretada por la felina Emmanuelle Seigner (esposa en la vida real del cineasta), quien se planta en la audición del personaje principal de La Venus de las pieles, adaptación para la escena del seminal libro de Masoch que prepara el personaje de Amalric. Entre ellos, y a lo largo de toda la película, el vaivén sensual, sexual, lingüístico será constante; una coreografía en forma de discusión de género con la que Polanski pretende, en última instancia y con una vis cómica inusitada, revelar que no hay nada más imprevisible que el deseo, la mujer, el arte.

    Y en este sentido, la ambiciosa polisemia de La Venus de las pieles es de tal envergadura que puede producir vértigo; aunque ello no ha de verse como una trampa, sino como un bonito reto.  A sus 80 años y con el bagaje de una vida marcada por la historia y la tragedia, Polanski parece querer celebrarse riéndose de sí mismo y regalando una gran película a una gran compañera, Seigner. Chapeau.

    A favor: La inteligencia de Polanski.

    En contra: Pensar que hay algo de la película que se nos escapa.

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