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    Kenshin, el guerrero samurái
    Críticas
    2,5
    Regular
    Kenshin, el guerrero samurái

    Samuráis voladores

    por Mario Santiago

    Si se le menciona el nombre de Kenshin a un amante del manga o el anime, lo más probable es que recibamos como respuesta un "Ooooh!" de admiración. Y es que entre los amantes del cómic y la animación japonesa, la historia de este antiguo asesino reconvertido en vagabundo errante figura como una suerte de clásico moderno del género. Ahora, este antihéroe atormentado llega finalmente a la gran pantalla resiguiendo el camino tomado anteriormente, con mejor o peor fortuna, por series como 'Dragon Ball' (reducida al absurdo en su cutre-versión fílmica) o 'Speed Racer' (convertida por los hermanos Wachowski en un fulgurante espectáculo audiovisual).

    En este caso, la adaptación del manga viene "aprobada" por su creador, Nobuhiro Watsuki, y nos transporta hasta un periodo crucial en la formación del Japón moderno: el tránsito entre el periodo Edo y

    la era Meiji. Una época, a finales del siglo XIX, en la que la nación del sol naciente afrontó un amplio número de reformas, como por ejemplo la abolición de las clases sociales, lo que dejó fuera de juego a grupos que gozaban de un estatus social privilegiado, como los samuráis. Así, 'Kenshin: El guerrero samurai' nos acerca, desde su vocación de cine de entretenimiento, a esta realidad histórica combinando elementos del cine de samuráis con otros del cine negro y creando un gran espectáculo audiovisual. No es para menos, dado el impresionante despliegue de producción invertido apropiadamente en imponentes escenarios y en unas pirotécnicas escenas de acción.

    De hecho, una de las cuestiones más interesantes de 'Kenshin' es la vertiente fantástica de los duelos

    entre samuráis, reconvertidos en acrobáticos saltimbanquis capaces de desenvolverse igual de bien con la katana que con los puños, a lo kickboxer. A nivel estético, estas escenas de acción remiten al cine wuxia surgido en China a principios de los años 20 y que luego alcanzó su plenitud en el Hong Kong de los años 60 gracias, precisamente, a la influencia del cine de samuráis. Podríamos decir que, en un caso de justicia histórica y poética, el cine japonés actual está pasando cuentas por los viejos préstamos al cine chino.

    En cuanto al resultado final de esta adaptación de 'Kenshin', cabe decir que la película funciona mejor cuando se deja llevar por su cara más violenta, festiva y caricaturesca —a destacar el histriónico trabajo del siempre estupendo Teruyuki Kagawa en la piel de un villano tan sádico como aristocrático—. Cuando cede ante su vertiente más melodramática la narración pierde fuelle. Un desequilibrio que se hace especialmente patente en la parte central del relato. En todo caso, 'Kenshin: El guerrero samurai' satisfará tanto a los adeptos del manga y el anime como a los cinéfilos intrigados por la evolución contemporánea del cine de samuráis.

    A favor: Las espectaculares escenas de acción.

    En contra: El declive de ritmo en el segundo acto.

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