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    La mejor oferta
    Críticas
    3,5
    Buena
    La mejor oferta

    Otra vuelta de tuerca

    por Carlos Losilla

    En un momento de esta película excesiva y grandilocuente, digresiva y autoconsciente, se dice que cualquier copia de una obra de arte siempre conserva algo de autenticidad. ¿Igual que la simulación en el amor?, se pregunta alguien después. No, no estamos en el terreno metacinematográfico de 'Copia certificada', aquella inquietante fábula de Abbas Kiarostami, pero tampoco muy lejos. Al final, resultará que 'La mejor oferta' también habla de la representación, y del engaño, y del cine, pero lo hace de manera tan evidente que puede llegar a sonrojar. Si ese sonrojo, no obstante, lo interpretamos desde otro punto de vista, podremos llegar a convenir que esta última película del imprevisible Giuseppe Tornatore suena tan artificial porque en el fondo es la enésima vuelta de tuerca al cine de Hitchckock, Lang o De Palma. Aquí, al revés que en 'Recuerda' (Hitchcock) o 'Secreto tras la puerta' (Lang), no es una mujer la que pretende curar a un hombre sino al contrario: un subastador prepotente pero asocial, encerrado en su mundo simbolizado por una habitación donde disfruta de la visión de docenas de retratos femeninos (Geoffrey Rush, quizá en el mejor papel de su carrera), entra en contacto (es un decir) con una joven a la que no puede ver, que intenta que él evalúe sus bienes desde el otro lado de una pared de su finca, encerrada allí desde hace muchos años a causa de su agorafobia (Sylvia Hoeks, que no desprende la fascinación que debería). Y todo ello se transforma en un alucinado laberinto narrativo que quizá tampoco desagradaría a Polanski, curiosamente el protagonista del segundo largo de Tornatore, 'Una pura formalidad' (1994).

    Pues el tema de 'La mejor oferta' no es otro que el propio cine, y por lo tanto la vida y sus múltiples disfraces. Nadie es lo que parece en esta historia cruel, pero tampoco la propia película lo es. ¿Un thriller? ¿Un juguete de suspense? ¿Una historia de amour fou? ¿Un retrato masculino de la soledad y los espejismos del amor? Todo eso se reúne en un conglomerado no siempre bien resuelto, a menudo rozando el ridículo, de continuo coqueteando con la vulgaridad y la evidencia. Sin embargo, de eso se trata, pues el cine ya solo puede ser eso, no aquel mecanismo exacto que fue el cine clásico, con el que Tornatore siempre anda a vueltas y aquí representado por un autómata en construcción, que va tomando forma a lo largo de la película para enfrentarse al protagonista como una esfinge sin respuestas. Tampoco las tiene la ciudad donde se supone que transcurre la trama, hecha de fragmentos de otras muchas ciudades, en el fondo el lugar del cine, al que nunca se da un nombre y donde todo el mundo habla en inglés sin despertar sospechas ni siquiera en el espectador, que acepta ese universo imaginado como suyo. Por un lado, el "mensaje" resulta demasiado claro: el amor es una subasta donde siempre tenemos las de perder. Por otro, la película de Tornatore es otro eslabón más en su ya larga cadena de ejercicios cinéfilos, ensimismados, quizá uno de los corpus más misteriosos del cine contemporáneo. Como la bobina de besos prohibidos que montaba el proyeccionista de 'Cinema Paradiso', se trata de recopilar motivos, momentos del cine que ya nunca volverá para revivirlo como un fantasma de sí mismo, un mecanismo que hable de mundos representados que, en principio, semejaban el nuestro. En cualquier caso, una propuesta mucho más interesante de lo que pudiera parecer.

    A favor: el atrevimiento, la desvergüenza, la sinceridad.

    En contra: el temor, la precaución, el temor a no ser entendido.

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