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    Una familia de Tokio
    Críticas
    3,5
    Buena
    Una familia de Tokio

    Fidelidad a Ozu

    por Quim Casas

    Yoji Yamada sería lo más parecido a un director clásico y posmoderno al mismo tiempo. Pertenece a la generación de Clint Eastwood, Woody Allen y Jean-Luc Godard (nació en 1931), así que va sobrado de veteranía ya que debutó en 1961, dos años después de las huestes de la Nouvelle Vague, el Free Cinema y el New American Cinema, y cuenta con casi ochenta películas en su haber, de las que solo nos han llegado en sala comercial a nuestro país las tres dedicadas al género chambara en clave otoñal.

    Pero al acercarse a uno de los grandes referentes del clasicismo cinematográfico japonés, Yasujiro Ozu, Yamada actúa más como un cineasta posmoderno y manierista que en calidad de clásico: 'Una familia de Tokio' estiliza la cadencia del tiempo y de las relaciones entre padres e hijos de 'Cuentos de Tokio' (1953) aportando pequeñas variaciones argumentales y una planificación que difiere de la de Ozu en la movilidad de la cámara, sin que ello suponga proponer fractura alguna con el modo de representación habitual del autor de 'Buenos días'.

    Puede verse el filme como un homenaje permanente, no solo un guiño o una cita o una evocación, al referente claro y rotundo que toma prestado. Yamada no engaña a nadie. Le gusta Ozu, saborea a Ozu como éste degustó el sabor del sake o del té verde con arroz. No ofrece una relectura de la película original ni llega al extremo de un Gus Van Sant cuando mimetizó el Hitchcock de 'Psicosis'.

    Lo suyo es un remake en toda regla, modificando alguna de las relaciones, ambientado la historia en el tiempo actual y cambiando la identidad de uno de los personajes más significativos del relato: la viuda de uno de los hijos muertos de 'Cuentos de Tokio' se convierte aquí en la novia de uno de los hijos vivos, pero su papel en el entramado dramático, tan lúcido como sensible, es exactamente igual, el punto medio de extremada armonía entre dos generaciones condenadas a no entenderse incluso cuando la muerte llama a la puerta inesperadamente.

    A favor: lograrla misma serenidad que el original con una puesta en escena distinta.

    En contra: que se le cuestionara ser demasiado final a un clásico canónico como Ozu.

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