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    Mr. Turner
    Críticas
    3,5
    Buena
    Mr. Turner

    Pinceladas de modernidad

    por Eulàlia Iglesias

    En uno de los momentos cumbres de Mr. Turner, la aproximación al pintor inglés que ha llevado a cabo Mike Leigh, vemos al artista atado al palo mayor de un barco para, cual mascarón de proa, experimentar una tormenta marina desde dentro. Con esta breve pincelada, el director consigue contarnos varios aspectos de la relación del protagonista con su trabajo. Al contrario que tantos pintores antes que él, Turner no se conforma con observar la naturaleza desde fuera sino que se sumerge en su corazón. No entiende la pintura desde una actitud contemplativa sino como una experiencia viva. Y no pretende limitar su arte a funcionar como una mera mímesis de la realidad sino que quiere plasmar a través de él un torbellino sensorial de emociones.

    Joseph Mallord William Turner no fue un artista al uso. A pesar de alejarse de muchos de los convencionalismos de sus colegas, mantuvo una relación de cordialidad con la Academia. Y aunque su forma de vida resultaba poco modélica para la época, tampoco se amolda al prototipo de pintor bohemio que se forja justo en aquellos años. Mike Leigh le cose una película a medida, ni demasiado académica ni demasiado heterodoxa: un film que huye de ciertas rutinas del típico biopic sin dejar de funcionar como un ajustado y complejo retrato del artista, el hombre, su obra y su época.

    Aunque se le asocie a un realismo social vinculado al presente, Leigh ya había llevado a cabo sus incursiones en el cine de época como Topsy-Turvy. Aquí vuelve a describir las mutaciones sociales y tecnológicas de la primera mitad del siglo XIX para contemplar cómo su protagonista se ajusta o reacciona a ellas. A través de la espléndida fotografía de Dick Pope, Leigh transmite al mismo tiempo el magnetismo de los paisajes que encandilan a Turner y la decadencia corporal de algunos de sus personajes (rasgo distintivo de su filmografía), sobre todo el de la sirvienta aquejada de psoriasis.

    En Mr. Turner hay diversos apuntes que, como el descrito al principio, permiten delinear la modernidad avant-la-lettre del pintor británico: su progresivo alejamiento de la figuración cuando intuye la importancia de la recién inventada fotografía y el rechazo que ello le supone, su intención de legar su obra al estado para que todo el mundo tenga acceso a ella en lugar de venderla a coleccionistas privados y, por fin, la épica secuencia del duelo en la Academia entre él y Constable donde el genio moderno de aplicar una única y precisa pincelada se impone al afán clásico de perfección ultradetallista. A través de Turner, Mike Leigh también nos habla de su forma de entender el arte.

    A favor: las mujeres en torno a Turner, a quienes encarnan de forma excelente Dorothy Atkinson (su sirvienta y amante ocasional), Marion Bailey (su última compañera), Ruth Sheen (la madre de sus dos hijos) y Lesley Manville (su colega científica Mary Somerville).

    En contra: los gruñidos constantes de Timothy Spall que caricaturizan por momentos a su personaje.

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