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    Ocho Apellidos Vascos
    Críticas
    3,5
    Buena
    Ocho Apellidos Vascos

    ¡Cuñao!

    por Paula Arantzazu Ruiz

    ¿Es posible juntar a un fan de Kortatu y a otro de Los Del Río y lograr que se caigan bien? En Ocho apellidos vascos, la nueva película de Emilio Martínez-Lázaro, esa arriesgada pregunta toma forma de comedia romántica para demostrar que los primeros, los vascos, no son tan fieros ni los otros, los andaluces, tan perezosos como subrayan los tópicos, y que incluso puede nacer el amor entre unos y otros. El amor y… ¡las risas!, porque aquí, de hecho, abundan los prejuicios, los chascarrillos a cuenta del vecino de villa-de-al-lado y las bromas gordas, bien gordas sobre los usos y costumbres de los del norte y los del sur, tan lejos y tan cerca, tan distintos y tan, sin embargo, parecidos.

    Ocho apellidos vascos es una comedia que recupera el chiste por el chiste, fácil, rápido y de amplia carcajada. El mérito primero es del estupendo guión de Borja Cobeaga y Diego San José, un texto repleto de bromas de ‘cuñao’ afiladas, de brocha gorda y tan eficaces como ver caer al suelo al ministro Montoro, por poner un meridiano ejemplo. Es sano reírse de uno mismo, y Cobeaga y San José saben cómo apuntar, sin miedo ni pudor, para dar en el centro de la diana: la kale borroca y el terrorismo, el ‘mi arma’ de los sureños, la jarana, o el apetito desmedido de los del norte…, no hay tópico que no se libre de ser objeto de gag. Y puliendo la ristra de bromas del tándem de guionistas encontramos a Dani Rovira, quien da vida a Rafa, un excepcional sevillano que por amor es capaz de hacerse el euskaldun en menos de lo que canta un gallo. Divertido, locuaz, arrebatador, Rovira es sin atisbo de dudas lo mejor de la función y su puesta de largo en el cine sólo hay que celebrarla con vítores y fiesta.

    No todo son, lástima, buenas nuevas en lo último de Emilio Martínez Lázaro. Pese a que se agradece que el director El otro lado de la cama sepa cederle espacio a sus guionistas y a sus protagonistas, se echa de menos algo de gracia en su manejo de la obra. Sin la montaña rusa de chistes y sin la caricatura de estereotipos regionales, Ocho apellidos vascos pierde energía y ‘punch’ y, ciertamente, apenas hace gracia. ¿Para cuándo una comedia romántica que se arriesgue más allá de lo convencional?

    Lo mejor: ¡Dani Rovira! En general, el reparto al completo.

    Lo peor: El poco riesgo en los segmentos románticos.

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