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    Aprendiendo a conducir
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Aprendiendo a conducir

    Paseando a miss Tedio

    por Suso Aira

    No es que me caiga mal Isabel Coixet, ni que tampoco me caiga excesivamente simpática. Hay parte (poca) de su filmografía que me interesa (pero no me apasiona) y hay otra que me irrita sobremanera (la última cosa estrenada entren nosotros: Mi otro yo, película de horror, pero HORROR de verdad). Sobre el resto de su (hasta hace bien poco bastante coherente con eso que los críticos llaman universo personal o intereses de autor) obra me mueve más la indiferencia.

    Indiferencia es la que me provoca Aprendiendo a conducir, el intento de Coixet de sacarse el carnet dentro de la comedia romántica y así contentar/llegar a un más amplio número de espectadores. No llega a los extremos de incompetencia y vergüenza ajena de su intentona por entender el cine de terror psicológico en la aberrante Mi otro yo: Aprendiendo a conducir no provoca sonrojos (ni arcadas) y se puede consumir con ese estado de semi duermevela con el cual muchos nos enfrentamos a los telefilmes de sobremesa los fines de semana en Antena 3. Película mil veces vista, sin ningún aliciente más allá de que Ben Kingsley se ría sus chistes a costa de Gandhi (algo que lleva décadas haciendo) y de ver a la pobre Patricia Clarkson tratando de darle vida a un personaje muy mal escrito en el guión y muy mal presentado cinematográficamente. Película que nunca busca molestar (y no lo consigue), en la cual se percibe cierta lucha interna entre su estructura y ejecución de formularia romcom veterana de mesita camilla, y el background de la realizadora en lo indie (o mejor sería escribir: las pretensiones de la directora por ser como cualesquier colega indie estadounidense). Indiferencia pues ante la película, acaso la de mayor vocación comercial mainstream (o abuelastream) de su autora. Por mucho que no comulgara muchas veces con él, echo de menos el mundillo propio de la Coixet, su marca de fábrica de verdad, no una postal para dejar una firmita. Todo eso la hacía más única que no ahora aquí, firmando una obra del montón que hace quince años ya hacía (también en Estados Unidos) María Ripoll muchísimo mejor que nuestra hipster Isabel.

    A favor: Patricia Clarkson y el turbante de Ben Kingsley.

    En contra: No es nada.

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