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    Vampyres
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Vampyres

    Santa sangre

    por Suso Aira

    La prueba de fuego de este curioso, digno, simpático y rigurosamente fiel al fantaterror europeo film de Víctor Matellano es si logrará llevar a las salas de cine a todos esos nuevos y jóvenes cachorros del fandom que llenan páginas de sus blogs con estudios y loas al cine de José Ramón Larraz. Deberían, no sólo porque Vampyres se deje poseer por el espíritu malsano, misógino y políticamente incorrecto de la setentera (1974) Las hijas de Drácula del poco estudiado en profundidad autor de Síntomas o El periscopio, por citar dos extremos (que se tocan) de su obra. Deberían porque es siempre más sencillo quedarse en el culto que apostar por un nuevo culto incluso si este último se mira en el previo.

    Acercarse a la película de Matellano como sólo el remake o la reinterpretación (o la secuela) del mítico título vampírico de Larraz sería algo bastante injusto. En ese terreno de las comparaciones, Vampyres lleva siempre las de perder: su factura es bastante más desmañada que la del softcore sanguinolento setentero, el reparto funcionaba mejor en aquella y el sentido de la misoginia enfermiza del firmante de Al filo del hacha está a años luz del tanteo (esa corrección política que nos lleva castrando desde hace años) de esta nueva versión. Es por eso que, aun conscientes de lo que aporta jugar a los referentes de Las hijas de Drácula (hay escenas que actúan como reflejo de las del original, un reflejo oscuro, extraño y extrañante muy alejado, afortunadamente, de la simple fanpic), Vampyres funciona muchísimo mejor como un insólito ejemplo de fantastique que no se ajusta a las reglas actuales y a los gustos actuales, también la de esos fans de boquilla que luego prefieren un Paranormal Activity o alguna orientalada sobada a un ejercicio de libertad conceptual como es el film de Víctor Matellano. Desaparecidos el propio Larraz (sin un homenaje como se merecía) y Jesús Franco (otro que tal), uno no puede más que aplaudir, con sus defectos, prisas e insuficiencias, lo que nos regala Vampyres: un cine de terror libre, sin ataduras, casi soñado, de un onirismo arrancado de Jean Rollin, lleno de erotismo soez y caliente, de sustos carnales y fealdad. Un terror sucio, libidinoso, de fotonovela y sudores, fluidos… Ese terror que autores como Larraz, Franco, Klimowsky o el citado Rollin convirtieron en algo único. Ya únicamente por esa valentía me la dejo chupar (la sangre) por estas Vampyres.

    A favor: a Larraz le habría encantado.

    En contra: ¿es este un tipo de cine que ya no interesa?

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