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    Un amor de verano
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Un amor de verano

    La lucha continúa de la mujer

    por Israel Paredes

    Un amor de verano se estructura en dos partes. En una, la joven Delphine (Izïa Higelin), llega a París desde la región de Limoges, huyendo del conservadurismo de la vida rural y de una relación fracasada, y secreta, con otra joven de la región. En la capital parisina entrará en contacto con un grupo de feministas que, en plenos años setenta, lucha por los derechos de la mujer. Ahí conocerá a una profesora de español mayor que ella y socialmente diferente, Carole (Cécile de France), con quien comenzará una relación, a pesar de la supuesta heterosexualidad de ésta, que se verá interrumpida cuando Delphine deba regresar al campo. Corsini presenta esa primera parte de Un amor de verano integrando perfectamente el relato de iniciación juvenil parisino tan del gusto de parte del cine francés, de ahí ese tono amable, inocente, casi de ensoñación irreal; la diferencia, y de gran relevancia, es que en este caso se encuentra protagonizado por dos mujeres. Si bien esta parte dura menos que la siguiente, sirve a la cineasta para plantear un contexto que, a partir de las cenizas del mayo del 68, persigue en las aulas universitarias y en las calles de la ciudad luchar por los derechos de la mujer. Una parte centrada en la mirada de descubrimiento de Delphine, quien encuentra su lugar, quizá su libertad, lejos del hogar familiar y el conservadurismo del medio rural en el que ha vivido.   

    Una vez de regreso al campo, el punto de vista cambia cuando Carole decida irse a vivir, de manera temporal en un primer momento, con Delphine. Entonces, Un amor de verano pierde en cierta manera el contexto en el que la película se desarrolla, volviéndose más abstracta, también más melodramática, aunque con contención, como si la acción se desplazase a un espacio y a un lugar atemporal en el que sus habitantes viven ajenos a lo que sucede en la ciudad, lo cual, en cierto modo, es así. Carole, entonces, se da de bruces con una realidad que, desde París, es más abstracta, la de la condición de la mujer en el campo y, especialmente la de Delphine, quien no puedo mostrar su relación con ella abiertamente no solo ante el resto de habitantes de la localidad, tampoco puede evidenciarla ante su madre.

    Corsini establece en Un amor de verano una dialéctica entre las dos partes y las dos protagonistas –que incluso va más allá de la pantalla, con aquello que representa cada actriz como parte del personaje-, intentando integrar los modos del melodrama de confrontación de clase, de imposible consumación a nivel social, con la cuestión de la aceptación de la pareja homosexual (aunque el tema de clase está presente también). Corsini muestra la lucha, la reivindicación, el deseo de cambio. Pero también el lado más crudo, la necesidad de enfrentarse a nivel doméstico, familiar, íntimo, y la dificultad que puede conllevar hacerlo. De ahí que el breve prólogo que cierra la película, aúne ambos momentos mostrando cómo una cosa no puede ir separada de la otra, cómo la lucha, cualquier lucha, no puede constreñirse a la abstracción de la teoría, ni, incluso, del panfleto y las canciones. La ruptura debe comenzar en el espacio cercano, ahí comienza, o puede hacerlo, la revolución. Sin ello, el resto queda en nada.

    Un amor de verano, en este sentido, funciona en cuanto a su propuesta discursiva, si bien Corsini, salvo algunos momentos muy bien planificados, opta por una puesta en escena convencional, pero de estilo elegante, que funciona en un nivel pero que resta de fuerza y potencia a la película. Se mide demasiado por el guion y las estupendas actuaciones, por el cambio tonal de una primera parte inocente a otra más dura, creando el contraste que persigue y que se ajusta al discurso, es más, ese cambio de tono es parte de él. El adecuarse en cada parte a unos modos cinematográficos del cine francés ayuda a que la historia los transgreda, los reescriba, pero tan solo roza la superficie en su intento, dado que, al final, queda la sensación de haberse acomodado a ellos más de la cuenta. No obstante, Corsini ha conseguido realizar una película que habla de la relación y el amor entre dos mujeres sin caer en ciertos excesos y, sobre todo, integrando la historia en un marco narrativo que puede llegar a un público muy amplio. De esta manera el alcance de su discurso, a pesar incluso de utilizar esos modelos previos, será mucho mayor.

    Lo mejor: Cécile de France, Izïa Higelin, y el juego de Corsini con los elementos narrativos de cierto cine francés.

    Lo peor: La general falta de riesgo en el plano formal.

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