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    2,5
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    Un cuerpo en lucha

    por Paula Arantzazu Ruiz

    En las historias de Julio Medem, los principios y los finales se imbrican de tal manera que conforman un solo conjunto desde el que el cineasta trata de construir universos redondos, casi cósmicos, golpeados por el infortunio de un colapso y de una huida. Esas imágenes curvilíneas, símbolos de mundos plegados en sí mismos, estaban ya en el mismo ojo desde el que se nos narraban las guerras Carlistas en Vacas (1992), su primera película, y a ese concepto regresa en Ma Ma, su nuevo largometraje protagonizado por una entregada y notable Penélope Cruz en el papel de una mujer en cuyo cuerpo se enfrentan el fantasma de la muerte, provocada por un cáncer de mama, y la esperanza de una nueva vida, embarazo mediante.

    A diferencia, no obstante, de sus anteriores trabajos, sobre todo de las cintas de corte simbólico y romántico como Tierra o Los amantes del círculo polar, y de sus últimos pasos, Caótica Ana y Habitación en Roma, aquí Medem trata de sostener su relato de vida, muerte y amor como el nexo de ambos contrarios a partir de una historia más terrenal, cotidiana y común. Penélope Cruz interpreta a una maestra divorciada y con un hijo que conoce a un hombre (Luis Tosar), un ojeador de nuevos talentos para el club de fútbol juvenil del Real Madrid, el mismo día que le diagnostican un cáncer de pecho y que él queda viudo. Ya no nos encontramos, como se ve, con personajes pseudo sobrenaturales que buscan responderse ciertos interrogantes existenciales, sino que Medem acude a un drama del día a día para poner en escena sus sempiternas cuestiones.

    Sin embargo, el cineasta vasco continua aún demasiado lejos de la realidad y a medida que la película avanza en su nudo gordiano, tan inverosímil como asombrosamente real, Medem intenta otorgarle trascendencia a través de demasiados artificios y exabruptos (cámaras que se agitan cuando la protagonista sufre, una banda sonora también demasiado subrayada, el personaje del ginecólogo o el del ex marido del de Cruz), distanciándonos, paradójicamente, de ese cuerpo en lucha encarnado por Cruz, un microcosmos que acoge en su estado de gravidez tanto la vida como la muerte. Las capas de dramatismo en este caso consiguen que no veamos el bosque y lo magnífico de su personaje queda oculto entre las ramas de un relato errático, quebrado.

    A favor: El registro de Penélope es conmovedor.

    En contra: El personaje del ginecólogo ‘artista’.

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