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    La dama de oro
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    La dama de oro

    Arte en el juzgado

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Una pierde ya la cuenta en cuanto a biopics protagonizados por Helen Mirren se trata: de la pensadora y escritora Ayn Rand a Alma Reville, la mujer de Alfred Hitchcock, sin olvidar sus roles como la reina Isabel II de Inglaterra, la esposa de Leo Tolstoi o la abogada de Phil Spector, Mirren ha conseguido lo que pocos intérpretes tratan de alcanzar cuando se embarcan en una cinta biográfica, otorgar una digna entereza a sus papeles basados en personas reales y no caer en la caricatura. En La dama de oro vuelve a lograrlo, esta vez en la piel de María Altmann, descendiente de la familia vienesa Bloch-Bauer embarcada en una lucha judicial por recuperar el retrato que Gustav Klimt realizó de su tía Adèle, expoliado por los nazis y que hasta 2006 colgaba en las paredes del Museo Belvedere de la capital austríaca.

    Así, Mirren despliega su talento como actriz incluso en una cinta que peca de rutinaria y poco imaginativa (dirige Simon Curtis), pero menos inocua de lo que a simple vista podría parecer. En la película se subraya en distintas ocasiones que ni Altmann ni su abogado han emprendido todo ese proceso por motivos económicos, pero no esquiva la venganza como el principal motor que mueve a la protagonista: como ella, el retrato de Adèle abandonará Austria (¿para siempre?), traicionando por otra parte los deseos de su tía, y lejos de las manos de un estado que todavía no ha eliminado de su estructura a los malvados (no en vano presenta a la burocracia austríaca como unos desalmados que obstaculizan una y otra vez los deseos de la protagonista). Así, esta historia que se recrea en la lucha de una David (Altmann) contra un Goliat (Austria), apoyada por las leyes estadounidenses, en su papel de sempiterna salvaguarda de la justicia global, pone encima de la mesa una serie de cuestiones espinosas como a quién pertenece hoy en día el arte o si la restitución puede ayudar a construir lazos de perdón, pero ni las desarrolla ni ofrece un debate profundo para nada impertinente.

    A favor: Aunque podría haberse ahondado más, el personaje de María Altmann es atractivo y contradictorio.

    En contra: Los flashbacks hacia el pasado de la invasión nazi, a pesar de estar interpretados con solvencia por Tatiana Maslany (Orphan Black).

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