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    Amour Fou
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Amour Fou

    Retrato del artista suicida

    por Carlos Losilla

    En Lourdes, su película anterior, Jessica Hausner abordaba el catolicismo poniendo en duda su verosimilitud: ¿cómo va a resultar creíble una religión que convoca a miles de fieles en torno a un parque temático construido allá donde (presuntamente) se apareció la virgen? Ahora, con Amour Fou, demuestra que su proyecto desmitificador no se limitaba a la religión y arremete contra la cultura establecida: ¿cómo va a resultar verosímil la leyenda del romanticismo cuando se apoya en poetas pusilánimes, damiselas ridículas y situaciones absurdas? Y hay que prestar atención, porque Amour Fou no habla de literatura, no juzga una estética, sino que se limita a poner en duda los mitos que se han construido a su alrededor. Toma como excusa a Heinrich von Kleist y su celebrado suicidio para decir que en el fondo se trató (y se trata) de un asunto de burgueses aburridos.

    En efecto, el autor de La marquesa de O se quitó la vida disparando primero a su amiga Henriette y dirigiendo luego el arma a su propia persona. ¿Qué hubo detrás de esa decisión fatal? En lugar de acudir a los tópicos del cine histórico-literario, a los clichés del “film de época”, Hausner construye una comedia de costumbres haciendo uso de su impasible distancia centroeuropea. Todo es sutil, esquinado, oblicuo, pero también brutal y despiadado. En los insolentes tableauxarmados por la cineasta a modo de escenas costumbristas, Von Kleist no es más que un petimetre al servicio de la sociedad que lo mantiene, mientras que Henriette es una esposa neurótica que se deja llevar por una pasión inexistente. Nadie dice la verdad, todos mienten y su universo cristaliza alrededor de una pantomima que incluye gestos, palabras y actitudes, hasta desembocar en un desenlace que no hace otra cosa que llevar al límite esa mentira.

    Para subrayar ese aspecto teatral, casi brechtiano, Hausner separa las escenas mediante canciones interpretadas al piano, a la manera de intermedios irónicos, y describe interiores glaucos, insípidos, sin ningún atractivo ornamental. En esos escenarios se mueven criaturas mezquinas y miserables, una clase social que solo teme la llegada de la revolución que le arrebatará sus privilegios mientras se solaza con interminables veladas poéticas. Y esa pintura de la decadencia no finaliza en sí misma, sino que se erige en doble metáfora: por un lado, esa pasión por la tragedia que condujo directamente al nazismo en esas mismas tierras; por otro, ese clima a la vez impoluto y aberrante que culminaría en las películas de Ulrich Seidl, compatriota de Hausner y cronista cruel de una cierta Austria contemporánea. El resultado es una película sublime, no tanto por su aura romántica como por su poética desnuda e implacable, gélida y salvaje.

    A favor: No hay concesión alguna (ni moral ni estética) en el retrato de un mundo que cree ser todo lo contrario de lo que es.

    En contra: El vestuario y los decorados pueden hacer pensar en una película totalmente distinta a lo que Amour Fou pretende ser.

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