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    Críticas
    3,0
    Entretenida
    No molestar

    Tranquilidad: la posibilidad de una isla

    por Daniel de Partearroyo

    A principios de los 90, Patrice Leconte se destapó como un cineasta de apetito omnívoro y especialmente dotado para la transmisión del erotismo mediante una atención sensible hacia los gestos femeninos, el retrato epidérmico y la puesta en escena sensual. Lo demostró en títulos como Monsieur Hire (1989), El marido de la peluquera (1990), El perfume de Yvonne (1994) y, sobre todo, en La chica del puente (1999), probablemente su mejor película. En las siguientes décadas se ha decantado por un cine igual de prolífico, pero menos preocupado por la plástica de la narración y más por la construcción de relaciones complejas entre personajes, para lo que suele echar mano de obras teatrales. Es el caso de No molestar, procedente de un libreto de Florian Zeller. que llega después de dos momentáneos pero valiosos desvíos –el filme de animación Le magasin des suicides (2012) y A Promise (2013), adaptación del Viaje al pasado de Stefan Zweig– para recordarnos la faceta más tendente al humor grueso del cineasta.

    En racha después del taquillazo de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philippe de Chauveron, 2014), el cómico Christian Clavier interpreta al señor Michel Leproux, un burgués que no da un solo paso sin encarnar todos los tópicos heteropatriarcales del varón blanco adinerado: clasista, machista, racista, cínico, egoísta, mentiroso, irascible, egocéntrico, rabioso y vengativo. La única ambición de Michel es pasar un día tranquilo encerrado en casa escuchando el vinilo de jazz que acaba de encontrar en un mercadillo, pero la continua aparición de los distintos satélites de su vida no pararán de interrumpirle convirtiendo la hora de tranquilidad en una quimera imposible. Su mujer (Carole Bouquet), su amante (Valérie Bonneton), su hijo (Sébastien Castro), su asistenta (Rossy de Palma), su vecino de abajo (Stéphane De Groodt) y los obreros que están reformando una habitación del piso entran y salen de escena con marcada sincronía de teatro vodevil a medida que la paciencia del protagonista se resquebraja.

    Aunque Clavier no es muy dado de por sí a la contención dramática, en No molestar explota con toda una serie de tics y muecas de desesperación que marcan el tono caricaturesco del resto de la película. Sin ningún atisbo de sutilidad, la esposa insatisfecha y depresiva de Bouquet pasea por las escenas como un espectro mientras se dedica a los únicos actos que contempla para ella el guión: tomar baños, hablar por teléfono y confesar infidelidades. Ante tal panorama, son los personajes secundarios quienes enaltecen la comedia gracias a las interpretaciones de Bonneton y De Groodt. dos expertos en el fino arte de robar escenas a pesar de la sal gorda de sus caracterizaciones.

    Asistir en directo al crecimiento exponencial de una situación de caos capaz de dar al traste con todas las certezas de la vida de alguien es uno de los mayores placeres que se puede experimentar como espectador de una comedia de enredo. Sin embargo, en esta ocasión los acontecimientos argumentales quedan muy por debajo de las interpretaciones histéricas. A pesar de que Leconte juega con las herramientas del caos y el derrumbe, nunca llega a sobrepasarse con la locura de la situación. Al final, mediante un dudoso ejercicio de redención para el protagonista, decide apiadarse: lo deja tranquilo. Desde la butaca, no podemos evitar desear que le hubiera clavado el colmillo.

    A favor: Valérie Bonneton, la actriz más divertida del cine francés actual.

    En contra: Que la distribución española haya esquivado la anterior (y mejor) película de Leconte: A Promise. Esperamos que la recupere.

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