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    The Lady In The Van
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    The Lady In The Van

    Nunca estaciones enfadada

    por Marcos Gandía

    Planteada a priori más como un one woman show de Maggie Smith en modo vieja-gruñona-pero-de-buen-corazón que de una adaptación a la gran pantalla de una serie de artículos reconvertidos en obra teatral, The lady in the van resulta ser (además, por supuesto, de ese vehículo estelar de lucimiento para actriz respetadísima y veterana) un a ratos amargo y políticamente incorrecto relato sobre la bondad humana. La bondad humana, el buenísmo, chocando (un poco) con su némesis en la persona no de un psicópata deshumanizado, sino de una anciana sucia, maleducada, borde y nada empática con sus semejantes. Un grano en el culo, vamos.

    Lástima que la película, por otra parte una modélica comedia humanista, de personajes y de costumbres genuinamente británica (no, no citaremos a la mítica productora Ealing, sino más bien a la Rank y su cine amable, sin mal café, o té, para ser más propios), no se arrime a la verdad de lo ocurrido (se me olvidó decirles que esto se basa en hechos reales), que es mucho más de opiniones encontradas (muchos de quienes la conocieron odian todavía a esa vieja que se estacionó en su destartalada furgoneta un montón de años en un barrio de copete british). Y es otra lástima que no se arrime a un modelo de comedia cabrona como fue aquel Boudu salvado de las aguas de Jean Renoir donde un vagabundo dinamitaba un matrimonio burgués que le acogían por esa mala conciencia y ese buenísmo de alianza de las civilizaciones, tan burgués en el fondo. The lady in the van se divierte con las excentricidades y el gesto avinagrado y cabreado con el mundo de la señora en cuestión, y con la perplejidad de ese apocado escritor que la tiene casi en su jardín y que entablará con ella algo parecido a una amistad. En una escena en concreto, la del carrito calle abajo y el rostro de felicidad de la anciana, casi parece que estemos en una réplica de la francesa Intocable, pero por fortuna todo vuelve a su ritmo británico y a una descripción ya casi de entrañable con respecto a la okupa septuagenaria. Es también The lady in the van una película sobre la creación artística, sobre cómo influye la vida y la realidad en el artista, mucho más si todas tus convicciones como persona (y como intelectual) se las han de ver con alguien (¿el público?) que no debía desprender precisamente un buen olor corporal y a quien todo y todos le importaba un bledo.

    A favor: Maggie Smith, claro.

    En contra: demasiado blandengue al final.

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