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    Mañana
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    2,5
    Regular
    Mañana

    … tomorrow, you're only a day away

    por Alberto Lechuga

    En apenas treinta segundos de Mañana  ya se formula como algo posible «el fin de la Humanidad». Sin rodeos y sin grandes aspavientos, nos estamos cargando el mundo y no hay más. De hecho, no se plantea como algo posible, se plantea como una realidad futura sustentada en base científica: un estudio elaborado por un grupo de 21 científicos de reconocido prestigio ha publicado un informe para la revista Nature en el que llegan a la conclusión de que, en cuestión de cien años, los recursos se agotarán y la vida tal como la conocemos ya no será posible. «Si el cambio fuera más lento, la gente se adaptaría, pero a esta velocidad será tal el impacto que hará que la gente se desplace desesperada y chocará con otra gente de otra parte del mundo que no estará tan mal, y eso generará un conflicto, hostilidad entre la gente de diferentes partes del mundo». ¿Les suena de algo ese escenario? Pues agárrense: «en las próximas décadas tendremos temperaturas propias de hace 14 millones de años... antes de la evolución del hombre. Están despareciendo especies de animales y plantas a una velocidad que no se daba desde que cayó un asteroide y acabó con los dinosaurios». A los pocos minutos, otro científico lo dice claro, pasando de animales y plantas para formular cuatro palabras terribles: «extinción del ser humano». Directo a la mandíbula, con un montaje ágil y de impacto, hasta con una voz de telediario en off informando sobre un fondo negro. Efectivamente, el inicio de Mañana no dista mucho del prólogo de cualquier película postapocalípica en la que se nos explica en qué momento el mundo hizo crack. Sin embargo, Mañana se ha convertido en una popular feel good movie en Francia, copando los primeros puestos de la taquilla a pesar de ser un documental y, lo que es más, un documental de temática medio ambiental, dos fórmulas que no suelen calar entre el gran público.

     «No somos activistas ni green freaks» afirma su co-directora y protagonista, Mélanie Laurent (sí, la misma Shosanna que quemara el cine en Malditos Bastardos), como tratando de despejar sospechas. De hecho, desde el punto de vista de Laurent, podemos leer Mañana como una película sobre una madre que trata de dejar un mundo mejor para su hija. Estando embarazada, Laurent recibe el informe de la revista Nature de mano de su amigo Cyril Dion, co-director del documental. La actriz decide que no puede quedarse de brazos cruzados y se echa a la carretera junto a otros colegas cineastas. Y ahí llega una de las claves del éxito: una vez las cartas sobre la mesa, Mañana deja de ser una película sobre los problemas y pasa a ser una película sobre las soluciones. No una en concreto, muchas, tantas como ricas y variadas son las poblaciones que las ponen en práctica. Porque Mañana acaba siendo, en sus mejores momentos, un retrato vitalista de la heterogeneidad del ser humano, y, al mismo tiempo, un canto humanista al devaluado concepto de comunidad. El documento de los diversos grupos de personas que trabajan hombro con hombro para compartir una vida mejor, inspira y alienta.

     Todo surge de una interesante cuestión cinematográfica: ¿Cómo contar este momento crítico a una población que está harta de escuchar catástrofes? ¿Cómo hacer que llegue al máximo de público posible sin que atenúe su rigurosidad? Materia deontológica que el documentalista comparte también con el periodismo en tanto que ambas ramas buscan explicar la realidad desde una perspectiva de no-ficción rigurosa y accesible. Una cuestión a la que Laurent y Dion, sin embargo, responden sin demasiada preocupación: Mañana adopta formas suaves y cálidas, una caligrafía propia de una producción indie venida de Sundance. Se trata pues de presentar un mundo reconfortante, y que de su reflejo se desprenda la llamada a la acción. Una apuesta que, si bien aumenta su efectividad (ahí está el éxito popular en Francia), suscita no pocas dudas acerca de su pertinencia. Dudas que pronto quedan a un lado cuando  entendemos que, además, la idea de belleza de Laurent y Dion está más cerca de un videoclip de Sigur Rós que del naturalismo de, digamos, The Whole Gritty City (Barber & Lambertson). En The Whole Gritty City, fabuloso documental inédito todavía en salas españolas, los directores filman a la comunidad de Nueva Orleans en los años inmediatos al huracán Katrina a través del retrato de los chicos que actúan en las marching bands del Mardi Gras. ¿Cómo consiguen que el reflejo de una ciudad devastada acabe siendo uno de los más bellos documentales del año? Barber y Lambertson se integran en la comunidad hasta lograr que las cámaras sean uno más. Unas cámaras que, a menudo, serán las de los propios teléfonos móviles de los chicos del instituto que, a modo de vídeo-retrato, cuentan su día a día. De este modo, la propia materia de filmación es la que establece su puesta en escena y la belleza (es decir, la verdad en sus múltiples formas) acaba filtrándose hasta la pantalla. Por el contrario, Laurent y Dion se empeñan en bañar la naturaleza de filtros de Instagram y canciones pegadizas de voz melosa. Será, precísamente, cuando los franceses se alejen de florituras estéticas y los personajes de las comunidades que visitan tomen el centro de atención cuando la cinta alcance su mejor cara. Es a través de esas pequeñas historias orales cuando Mañana alcanza mayores niveles de empatía y rigurosidad. Laurent, Dion y su grupo de amigos cruzan hasta diez veces en fila india por las carreteras de medio mundo, pero a los agricultores de Detroit solo les hace falta situarse una vez frente a la cámara y contar su verdad de manera honesta para hacernos levantar de la butaca.

    A favor: Tiene las mejores intenciones.

    En contra: No siempre sigue el camino más adecuado para conseguirlo.

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