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    Blackwood
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Blackwood

    La mansión encantada

    por Marcos Gandía

    A Lois Duncan, la autora de la novela en la que se inspira el último trabajo tras las cámaras de Rodrigo Cortés, siempre se la definió como la Shirley Jackson del público Club Disney. Firmante de textos infantiles y de relatos de terror para un público adolescente (Sé lo que hicisteis el último verano es una de sus obras más conocidas…, lo mismo que Hotel para perros, ambas llevadas al cine con éxito), así como una espiritista y amante de lo sobrenatural a un nivel casi obsesivo (afirman que su espectro toca el acordeón en su antigua casa, donde vivía soltera, con gatos y con reliquias de sus padres fallecidos, a quienes les unía una relación muy ambigua), llamó la atención de su paisana y colega Stephenie Meyer, la inefable creadora de la saga Crepúsculo, la verdadera promotora de que Down a Dark Hall sea hoy un largometraje.

    El interés literario del original de Duncan es harto limitado: historia de fantasmas, un gótico para niñas, prepúberes y 'teenagers', sin casi elementos innovadores, más centrado en resolver un trauma infantil y en demostrar que la falta de cariño cuando eres pequeña te convierte en una chica rebelde. La intromisión del elemento 'fantastique' posee cierta gracia (que no desvelaré), pero el resto no es más que cinco chicas en peligro escuchando voces, oyendo pasos en los pasillos en penumbras de esa escuela para jóvenes descarriadas, y tratando de desentrañar, cual Nancy Drew, el misterio que se esconde en ella y en el comportamiento de la directora. Afortunadamente, la entrada de Rodrigo Cortés en el proyecto (con el beneplácito de Meyer) transforma maliciosamente esta especie de Suspiria para millenials en un atmosférico y terrorífico ejercicio de sadomasoquismo juvenil.

    Jugando, a través del uso del espacio, de la luz y del sonido, con los códigos del gótico, y con los ítems de la claustrofobia paranoica de Roman Polanski, Cortés manipula el espacio-tiempo y ofrece una sesión espiritista que mejora su sobado planteamiento. Y curiosamente, Blackwood acaba conectando con la Musa de Jaume Balagueró en una especie de discurso sobre la libra de carne que el arte de exige. A pesar de los tópicos (que tal vez sean los que hacen que este tipo de películas consigan unas muy buenas recaudaciones, ahí está El secreto de Marrowbone estrenado el pasado verano), y de que no deja de ser fiel a lo escrito por Lois Duncan, ese toque de perversión que el autor de Buried y Luces rojas introduce en el filme, se agradece.

     

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