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    El veredicto (Het Vonnis)
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

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    3,0
    Publicada el 5 de octubre de 2014
    "No hay justicia, sólo límites"
    Frialdad y tenacidad, formalidad técnica, tensión cautivante, agudizada presión sin endulzar las emociones que llega y roza el corazón desde la dureza, la crueldad y un estado hipnótico del protagonista que paraliza y atrapa, que conmueve desde la serenidad y la entereza, querido y sentido en su amargura estática que parece perenne estado de catatónico sonambulismo que no progresa ni evoluciona hacia su necesario y urgente alivio.
    Koen De Bouw es una cara, un cuerpo, el aplomo de un rostro que ejemplifica la posibilidad de que cualquiera se vea en una situación al límite, destrozado por la ferocidad de una violencia atroz-abandonado y vapuleado por una justicia burocrática que se ensaña en su más terrible dolor al dejarle tirado sin justicia ni compensación que le valga, es una esmerada y feroz presencia física sin apenas voz-nulo voto que vaga cual errante fantasma perdido que deambula arrastrado por el azote de quienes le rodean hasta que decide, sentencia, asume el mando y toda su aniquilada existencia tiene, de nuevo, un propósito y fin.
    Película cuyo argumento se apoya en el "error de procedimiento" que tantos estragos y fallos garrafales ha causado en la jurisprudencia belga, denuncia que pone sobre la mesa la correlación de ejecutar uno mismo esa justicia que te ha fallado y se ha olvidado de sus deberes pues una de las obligaciones de todo Estado es proteger y defender a sus ciudadanos de agresiones y lesiones graves y compensarle debidamente ante su pérdida.
    La teoría de "la cabeza de turco" rige este guión que sirve en bandeja un debate sabroso, polémico y de difícil resolución donde tu atención será constante ante la exhibición de las diversas posturas y tu elección por una de ellas, si acaso lo ves tan claro que te es fácil decidir.
    Pasa rápido sobre la angustia de los actos, sobre el hecho que destapa toda la polémica, sin ablandarse ni profundizar en unos sentimientos que te impactan, inmutan y congelan como al desgarrado héroe que cae desfallecido pues, su propósito es llegar al tribunal, a los despachos, a los tejemanejes y artimañas de unos representantes que ante un grave error de afecciones escalofriantes y mortales tienen que enfrentarse a una víctima-verdugo, héroe o asesino que destapa todas sus vergüenzas y les coloca sin piedad a los ojos de la luz púbica.
    "Los perros ladran pero la caravana tiene que seguir rodando"
    Bestial sinceridad, frustrante realidad de unas frases y sentencias muy punzantes y logradas, diálogos que impactan a todo sensible oído y discursos elaborados que involucran al espectador en la dura y ardua tarea de elegir bando, de manifestar su opinión, de no dejar descansar a una mente que entiende ambas posturas, cuya bella palabra recitada en los ejemplarizantes juzgados suena a sinfonía de veracidad indiscutible pero de voracidad impetuosa en el alma de sus receptores y de todo aquel a quien le es imposible mirar desde la inmutable lejanía de una distancia inerte y espacio estéril.
    Cumple con los requisitos correctos para una exposición veraz y formal donde destapa los sinsabores de una logística muy elaborada y perfeccionada que, en más ocasiones de lo deseado, se ceba con la víctima inocente en lugar de volcar toda su fuerza y poderío sobre el violento culpable, exposición firme y segura, letal de solemne apego que rechaza endulzar las escenas y vive de un estoicismo silencioso y una coherencia con los hechos, sus consecuencias y el debate que origina sin necesidad de recurrir a escenas de espectáculo y folclore que fuerzan unas situaciones ya vibrantes por si solas, una tirante intriga que hubiera llegado a su summum obviando el decante de la incógnita, si en lugar de decantarse por una resolución que deja contentos a unos, amargos a otros y muy adecuada socialmente hubiera irrumpido con un final desconcertante de corte previo a los esperados vocablos de un juez en medio de una lucha donde todos pierden-nadie gana y para la cual no hay bendición ni aplauso ni alegoría que compense o rebaje el martirio y horror provocados.
    El dado ha sido lanzado, ¡mójate! y decide sin esperar al final de la partida, ¡osa ser el juez que dicta sentencia!, ¡postúlate! ante la seriedad de una sucesión de actos que te llevan a la vorágine, centro de un torbellino que es núcleo y sustento de todo el estado de derecho.
    ¡No te quedes en un simple observar!
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