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    The Crucifixion
    Críticas
    2,0
    Pasable
    The Crucifixion

    Posesiones rumanas

    por Marcos Gandía

    Es como muy digna de estudio la errática y dispar trayectoria de toda esa –reciente- generación de nuevos directores franceses que sacudieron el género terrorífico y/o fantástico. Aquellos Alexandre Aja, los Bustillo o este trotamundos de Xavier Gens que estrena casi seguidas sus dos últimas, y diametralmente distintas, películas: La piel fría y esta The Crucifixion. Rodada con anterioridad a ese modélico y clásico ejercicio en el fantastique que es la adaptación de la homónima novela de Albert Sánchez Piñol, The Crucifixion emparenta más con los títulos problemáticos que Gens ha ido haciendo en su intento de penetrar en la maquinaria mainstream hollywoodiense.

    Ya inmediatamente después de su bestia (y a día de hoy mejor trabajo) carta de presentación en sociedad cinematográfica, Frontière(s) (que sigue inédita comercialmente en España… como la mayoría de la filmografía de esos directores galos antes mencionados y contemporáneos de Xavier Gens) se dejó caer en un blockbuster norteamericano, la desangelada Hitman, de cuyo montaje final reniega. En el caso de esta pequeña y mil veces vista sucesión de sustos del montón que es The Crucifixion uno sospecha que algo ha pasado con la película. No es sólo que haya tardado tanto en estrenarse, sino que viéndola parece como si faltaran escenas, como si las tijeras hubieran entrado a saco en ella o como si alguien (algún productor) hubiera encargado un montón de golpes de efecto previsibles para su tramo final tras una hora y pico de erráticos movimientos de personajes que te importan un bledo (la protagonista la primera de ellas), por no mencionar a ese sacerdote tío bueno que pega menos aquí que en un nunxploit de Joe D’Amato.

    Batiburrillo de lo peor del cine de terror moderno (sustos de sonido, posesiones cazurras, Expedientes Warren a tutiplén, cobardía políticamente correcta…), esta historia de exorcismos, de la intolerancia religiosa (católica) que termina (y no me pregunten el porqué) como una apología de la santidad y del martirio cristiano, no acaba nunca de saber hacia dónde va. Posee, eso sí, un par de escenas perturbadoras, seguramente sí que cien por cien surgidas del imaginario enfermizo de Xavier Gens: la lluvia al revés en el granero y los insectos cubriendo el pubis de la poseída. Pero nada más en un ir y venir por un decorado de pueblo rumano que parece el de un pueblo de las películas de la Hammer reconstruido en el plató de la más cutre televisión… rumana. 

    A favor: Esas dos escenas sexualmente inquietantes. 

    En contra: Provoca un sinfín de carcajadas involuntarias.

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