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    Shin Godzilla
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Shin Godzilla

    Japón bajo el terror...

    por Xavi Sánchez Pons

    Doce años sin una película japonesa de Godzilla han sido muchos. Esta larga ausencia vino después de la notable Godzilla: Final Wars, donde el entonces muy en alza Ryuhei Kitamura celebraba el cincuenta aniversario de la franquicia con una entrega que resumía, en clave festiva, el medio siglo de existencia del monstruo de la Toho, convocando a otras criaturas gigantes y ofreciendo escenas de destrucción marca de la casa. El problema de Godzilla: Final Wars fue su pinchazo en taquilla, algo que, sumado a su elevado presupuesto (el filme más caro de la saga), apagó la chispa de Gojira en tierras niponas durante más de una década. Ahora, motivados quizás por el éxito que obtuvo en 2014 el Godzilla americano de Gareth Edwards, el fuego se ha encendido de nuevo en las oficinas de la Toho a la hora de reactivar la franquicia. Y ojo que se trata de una reactivación sonada. Shin Godzilla no solo es un kaiju eiga cojonudo, sino que también recupera para el género la lectura sociopolítica del monstruo. Una mezcla conseguidísima entre cine espectáculo y las ficciones televisivas de Aaron Sorkin, que sorprende y da nuevos aires a la saga.

    Los artífices de este feliz rescate son Hideaki Anno (uno de los creadores de Neon Genesis Evangelion) y Shinji Higuchi (parte importante también en Neon Genesis Evangelion y uno de los técnicos en efectos especiales más laureados de su país), un tándem que ha sabido revivir con inteligencia la figura de Godzilla. Y lo han hecho desde cero, reseteando la franquicia y creando una nueva versión de la seminal Japón bajo el terror del monstruo. Si en la película de Ishirô Honda y Eiji Tsuburaya (el mago nipón de las miniaturas y los efectos ópticos) Godzilla simbolizaba el miedo atómico, Anno y Higuchi utilizan aquí la figura del monstruo y todo el caos y destrucción que genera en su camino hacia Tokio, para denunciar lo poco preparados que están los altos mandatarios y la burocracia japonesas para luchar u organizarse contra cualquier amenaza que ponga en jaque el país. El toma y daca dialéctico con réplicas punzantes a lo Aaron Sorkin y su política-ficción entre los despistados peces gordos de la administración pública, sus cargos inferiores más honestos y preparados, y los estamentos científicos y civiles, es puro nervio. Shin Godzilla lanza una crítica nada disimulada a la mala gestión del gobierno durante y después del terremoto de 2011 y la tragedia de Fukushima, algo que sigue generando dudas en la población nipona. Y remarca que el trabajo en equipo sin egos fue lo que acabó salvando al país isleño.

    Dejando de lado su lectura sociopolítica, Shin Godzilla también sabe jugar con acierto sus cartas cuando apuesta por el cine-espectáculo. Esperen caos y destrucción, buenos efectos visuales, y un Godzilla que no hace prisioneros. Hay una escena en concreto en la que el monstruo, harto de los ataques de los militares, explota como si se tratara de un súper-guerrero de Bola de Dragón. La exhibición de fuerza de Gojira y el sentido de la maravilla de esa secuencia forman parte ya de la historia de la saga. Memorable.

    A favor: todos los momentos en los que aparece el monstruo.

    En contra: la jerga política a veces es difícil de seguir.

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