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    La chica del tren
    Críticas
    2,0
    Pasable
    La chica del tren

    Tres mujeres

    por Quim Casas

    Existen otros referentes en el cine: Tres mujeres de Robert Altman, Las horas de Stephen Daldry, Interiores de Woody Allen (aunque aquí eran tres hijas y una madre)... Películas centradas en las experiencias de tres mujeres ligadas de un modo u otro entre sí, a partir de un mismo relato o de diversas historias en el tiempo. En el film de Altman, las protagonistas eran Sissy Spacek, Shelley Duvall y Janice Rule. En el de Daldry, Julianne Moore, Nicole Kidman y Meryl Streep, ahí es nada. En el de Allen, Diane Keaton, Mary Beth Hurt, Kristin Griffith y Geraldine Page. En La chica del tren se trata de tres representantes de una más que prometedora nueva generación de actrices: Emily Blunt, Rebecca Ferguson y Haley Bennett.

    Pero si en Tres mujeres, Interiores y, en menor medida, la “prestigiosa” Las horas había algo más que buenas interpretaciones –había, en definitiva, buenas historias que relatar–, en La chica del tren esas interpretaciones, excelentes o ajustadas, están siempre por encima de los personajes. La trama, pese a su aparente complejidad, no es para tirar cohetes, y la cohabitación a partir de un momento concreto de melodrama sobre personaje en situación límite y elementos de thriller –una chica desaparecida, aunque esto no es precisamente Perdida de Fincher, con la que se la ha comparado– resulta demasiado forzada

    ¿Qué nos queda entonces? La chica del tren (hay un film con idéntico título realizado por André Téchiné en 2009 y que no tiene nada que ver con este) es la adaptación de un best seller. Por lo tanto, de la traslación al cine de una novela de mucho éxito se espera que tenga el mismo éxito. Y la búsqueda de la comercialidad absoluta acostumbra a jugar malas pasadas incluso cuando los responsables de una película quieren dotarla de elementos de calidad.

    El resultado es bastante artificial. El deambular del personaje de Emily Blunt, afectada por una separación traumática, el alcohol, la inestabilidad y el aparente acoso al que somete a su ex, su nueva pareja y el bebé de ambos, acaba siendo algo cansino. Las historias, siempre entrelazadas, de las otras dos mujeres, una Rebecca Ferguson en las antípodas de su expeditiva espía de Misión imposible: Nación secreta y una Haley Bennett que nada tiene que ver con la de Los siete magníficos y Hardcore Henry, tienen a veces una apariencia innecesariamente sofisticada, así como el tratamiento narrativo mediante flash back y anticipaciones: esconder con la complejidad narrativa lo esquemático del argumento.

    Hay imágenes interesantes en el film: esa visión desde el tren de las casas y lo que ocurre detrás de sus ventanas, que es una idea tomada de la pintura de Edward Hopper. Pero no va más allá de eso, una buena idea, una buena imagen. El misterio no engancha y la resolución del mismo aparece de forma abrupta. Y si he hablado tanto de las actrices y sus registros camaleónicos (tampoco la Emily Blunt de este film se parece en nada a la de Sicario, Looper o Las crónicas de Blancanieves: bien por ellas) es porque al final su trabajo es lo único que realmente queda.

    A favor: el notable trabajo de sus tres protagonistas.

    En contra: las pretensiones arty a través de la forzada complejidad narrativa.

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