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    Los exiliados románticos
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Los exiliados románticos

    El azul del cielo

    por Gonzalo de Pedro

    La trayectoria cinematográfica de Jonás Trueba bien podría entenderse como una metáfora de lo que el cineasta español medio de los finales de los 90 y principios de los 2000 está condenado a repetir. Ese cineasta medio, que estuvo acostumbrado a los altos presupuestos, a los grandes equipos, a los guiones revisados por consultores caros, que contó con actores famosos de series exitosas, que veía cómo los periódicos (que pertenecían a los mismos dueños que la productora que hacía posible sus películas) aplaudía sus caprichos, de pronto se ha visto abocado al vacío de la crisis: ya no hay (apenas) subvenciones con las que pagar su apartamento en la Latina, ya no hay productoras con periódicos y televisiones para protegerle, y los festivales que le aclamaban ahora parecen interesarse por otro cine.

    Ese camino, pero de forma voluntaria, consciente y brillante, es el que va recorriendo Jonás Trueba, que conforme se añade limitaciones a la mochila (esta película se rodó con una pequeña cámara de fotos, sin apoyo de productoras, sin guión, sin subvenciones, sin apenas actores profesionales), parece ganar en gracilidad. Lo que en su anterior película, Los ilusos, parecía impostado, construido de forma algo hiperconsciente, aquí aparece liberado, apenas esbozado: parece que el propio Trueba ha seguido el ejemplo de las niñas que en la secuencia final de Los ilusos jugaban hasta destrozarlas unas viejas películas, y se ha lanzado al disfrute a través del cine. Así, Los exiliados románticos, que sigue siendo una película cinéfila y cargada de referencias (quizás involuntarias) es una película alegre sobre unos días tristes, o una película triste sobre unos días alegres. Rodada en un viaje por Francia en el que tres amigos se propone recuperar tres viejos amores antes de que acabe el verano, la película tiene la forma de una canción sin forma: no en vano, las canciones del grupo Tulsa puntúan el recorrido hasta convertirse en protagonistas (reales, no metafóricas) de la película que parece construirse a su alrededor. Hay estribillo, hay letra, y la película, como esas largas canciones que se disipan en el aire hasta desaparecer, no termina de terminar: porque ese lago del final, en el que se bañan los protagonistas despreocupados, termina por fundirse con el azul del cielo.

    A favor: la gracilidad y ligereza de una película sobre cosas mayúsculas dichas en silencio

    En contra: que su ligereza pueda parecer irresponsable

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