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    Sutak, nómadas del viento
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Sutak, nómadas del viento

    Contra el turismo cinematográfico

    por Carlos Losilla

    En ocasiones parece que una película ambientada en países lejanos a los nuestros, de esos que antes se llamaban "exóticos", preferiblemente asiáticos o africanos, debe poseer valores cinematográficos por el solo hecho de filmar paisajes y costumbres que no conocemos. ¿Se ha convertido el cine, para algunos espectadores, en una variedad más del turismo? No daré títulos, porque todos los tenemos en mente. Pero sí diré que Sutak, el primer largometraje del cineasta Mirlan Abdykalykov, podría haber caído fácilmente en esa tentación ilustrativa. No es así, aun procediendo de Kirguistán (de hecho, Abdykalykov es hijo de Aktan Arym Kubat, autor del guión de esta película y el más famoso director del país), y eso ya es un punto a su favor. Si además, como sucede, la película tiene motivos de interés suplementarios que pasan por un tratamiento honesto y digno de la puesta en escena, un respeto por la realidad que nunca cae en el mero documentalismo periodístico, y una humildad estética que le permite contar una historia local sin caer en el costumbrismo más esquelético, entonces habrá que decir que estamos ante un trabajo que no debería pasar desapercibido.

    En el fondo, Sutak es un melodrama familiar. El anciano patriarca Tabyldy (Tabyldy Aktanov) vive con su mujer Karachah (Anar Nazarkulova), su nuera Shaiyr (Taalaikan Abazova) y su nieta Umsunai (Jibek Baktybekova) en algún lugar de las montañas de Kirguistán. El hijo de Tabyldy y Karachah murió arrastrado por el río vecino, mientras que su primogénito, Ulan (Myrza Subanbekov), estudia en la ciudad. A su vez, Shaiyr parece sentirse atraída por el meteorólogo local, Ermek (Jenish Kangeldiev), que no duda en corresponderla, bajo la mirada acusadora de Karachah, que de algún modo culpa a su nuera por haber sobrevivido a su hijo y no ve con buenos ojos la nueva relación en ciernes. Paralelamente a esa realidad cotidiana, se desarrolla otra que tiene que ver con los mitos y tradiciones locales. El matrimonio de ancianos habla incesantemente a su nieta de fábulas fantásticas del folclore de su pueblo. La naturaleza misma desempeña un papel fundamental: mientras las montañas rodean y protegen la vivienda de la familia, el río representa siempre una amenaza y alejarse de allí equivale a enfrentarse a múltiples peligros, el más pequeño de los cuales no es precisamente la civilización, vista sobre todo por Karachah como un demonio tentador.

    De este modo, lo cotidiano y lo maravilloso se funden en un todo que Abdykalykov filma con tiento, sin maniqueísmos, mostrando una conmovedora comprensión por todas sus criaturas: el encuentro furtivo entre Shaiyr y Ermek en medio de la noche, en la casa de este último, desprende una genuina emoción, mientras que la acción paralela que muestra a Tabyldy enfermo y atendido por su mujer resume con delicadeza el fin de unas vidas y también de una época. No siempre es así, ay, y en ocasiones la mirada infantil de Umsunai no logra reflejar el descubrimiento de la vida y de un mundo concreto por su parte, sino que se hace en exceso sentimental, al tiempo que el añadido a veces gratuito de algunas peripecias ensombrecen la vocación realista de Abdykalykov y llevan su película por otros caminos. El problema de Sutak es que quiere construir una película demasiado convencional, donde todo esté en su lugar, cuando aquello que exigía el material era una visión más libre, quizá más episódica y fragmentaria. En cualquier caso, la fusión entre un trasfondo de trazado documental y una ficción tenue, pero suficiente para transformar a veces lo real en maravilloso, o para provocar una inquietante tensión entre la tradición y el progreso, son suficientes para convertir esta película en una mirada que nos aleja del turismo y nos sitúa en nuestro lugar como espectadores occidentales: por mucho que nos acerquemos, nunca podremos entender qué está sucediendo en esas tierras lejanas, pero eso no impedirá que comprendamos a los personajes que las pueblan.

    A favor: la sutileza y el pudor de la escena final, que tanto explica sin decir nada.

    En contra: a veces la película no sabe controlar la multiplicidad de sus puntos de vista.

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