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    Sombras peligrosas bajo la realidad

    por Israel Paredes

    Duval (François Cluzet) trabaja como contable hasta que su alcoholismo hace que pierda su trabajo. Tras rehabilitarse no encuentra trabajo hasta que un día, un misterioso hombre de negocios, Clément (Denis Podalydès) le ofrece un trabajo que, a priori, es de lo más sencillo: transcribir unas cintas de audio, eso sí, usando máquina de escribir para no dejar huella digital alguna. Por supuesto, las cosas no son simples y Duval escuchará algo en una de las cintas relacionadas con un complot político.

    Testigo, ópera prima de Thomas Kruithof, no destaca en general por la trama que propone. Bien armada en su desarrollo, con algunos giros para cambiar el ritmo, sin demasiadas sorpresas, el cineasta francés plantea un thriller político que remite a muchos otros, pero se toma su tiempo para ir desarrollando cada paso que da, y eso que la película, y eso es una gran virtud hoy en día, asume una economía narrativa que conlleva una duración por debajo de la hora y media. En el fondo, no había mucho más que contar. Y lo que había que contar lo hace de modo expositivo y bien claro, sin apenas transiciones innecesarias. Incluso la relación de Duval con Sara (Alba Rohrwacher), que acaba siendo casi transitoria aunque sirva al final para aumentar la tensión de la trama y mostrar dónde se ha metido Duval, no molesta demasiado: las pocas secuencias que comparten acompañan al crecimiento de la tensión debido a la trama política. Incluso queda bien expuesta, y de forma rápida, la condición de Duval de hombre corriente, con unos problemas personales que está dejando atrás, todo a través de algunas pinceladas más que suficientes, remarcando que es ex alcohólico en tanto a que eso le otorga un punto de vulnerabilidad que aumenta su exposición hacia los hechos que, de repente, aparecerán en su vida.

    El título original de la película es la mecánica de la sombra, el cual alude claramente a esa organización que contrata a Duval y que tiene intereses ocultos para ayudar a un candidato a la presidencia de la República a conseguir sus propósitos. Una mirada a la realidad francesa que resulta familiar. Kruithof parece haber tenido en cuenta que para realizar un thriller político no resulta con simplemente plantear un argumento y unas ideas, ni incluso el llevar a cabo un buen trabajo con el suspense, sino que además se impone la necesidad de una atmósfera particular para acoger todo lo anterior.

    De ahí que el cineasta, y siguiendo la idea de mostrar aquello que anida tras el poder en la sombra, nos ofrece en Testigo una puesta en escena distanciada de los personajes, incluso de Duval, cuyo punto de vista vehicula la narración pero a quien la cámara observa con la distancia suficiente como para adoptar una mirada fría que se corresponde con la fotografía de las imágenes, tan sombría como metalizada. Así, el director construye un contexto que poco a poco va conduciendo hacia una extraña abstracción casi tenebrosa que se erige como perfecta no solo para introducir a Duval en una situación que le supera y al resto de personajes, todos moviéndose por intereses oscuros, sino que también logra que la idea que atraviesa la película de materializar un peligro oculto y subyacente en la política francesa acabe poseyendo más fuerza, precisamente, desde cierta abstracción.

    Si bien es cierto que Testigo podría haber desarrollado mucho más algunos de sus elementos y que al final queda la sensación de que la idea daba para una mayor profundidad, también lo es que logra con pocos elementos y un trabajo medido de puesta en escena poner de relieve mediante un thriller político que algo peligroso se encuentra anidando bajo nuestra realidad.

    Lo mejor: Cluzet, más comedido de lo habitual y el trabajo atmosférico de la película.

    Lo peor: La sensación de que se ha quedado a medias en muchas ideas y posibilidad que tenía entre manos.

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