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    Las guardianas
    Críticas
    3,5
    Buena
    Las guardianas

    El devenir del tiempo

    por Israel Paredes

    Desde su debut en la dirección en 1991 con NordXavier Beauvois ha desarrollado una filmografía compuesta hasta el momento por siete títulos muy diferentes entre sí y que tuvo en De dioses y hombres (2010) su gran éxito, tras la cual tardó cuatro años en realizar El precio de la fama (2014), anterior producción a la que nos ocupa, Las guardianas. Beauvois, más dedicado a la interpretación que a la dirección, parece dejar transcurrir mucho tiempo entre proyecto y proyecto, algo que puede indicar tanto cuidado a la hora de elegir sus películas, así como dificultad a la hora de ponerlas en marcha. Ante su último título, cabría pensar en un gran cuidado en tanto a que estamos ante una ambiciosa producción, aunque en el fondo de contenido íntimo, que denota un elaborado trabajo en cuanto al trabajo visual y del tiempo cinematográfico a pesar del irregular resultado.

    Las guardianas comienza en 1915, en plena Primera Guerra Mundial, y termina en 1920, un año después del fin de la contienda. Entre ambas fechas, Beauvois marca los años 1916, 1918 y 1919 en bloques narrativos para narrar la situación de una familia, encabezada por Hortense (Nathalie Baye), quien debe organizar su granja y las cosechas mientras sus hijos han marchado al frente. Junto a ella, su hija Solange (Laura Smet) y la joven Francine (Iris Bry), a quien contrata para que ayude en las labores del campo. A lo largo de los años, se irán conociendo los estragos de la guerra con la pérdida de algunos jóvenes del pueblo; pero también habrá regresos, como el de Georges (Cyril Descours), hijo de Hortense, y quien mantendrá una relación con Francine antes de regresar al frente.

    Más allá del argumento, Las guardianas interesa más por la manera en la que el director compone una película sobre el tiempo, sobre su devenir y sobre su lentitud, mediante el ritmo y la construcción visual. Las imágenes de Beauvois persiguen transmitir tanto la espera a que todo regrese a la normalidad como una realidad que sigue su curso, que avanza, en ocasiones con dificultad, adaptándose a las circunstancias. Un tiempo suspendido, de silencios y de vacíos, que Beauvois retrata con un gran cuidado escenográfico, con austeridad en la construcción de los planos y con una mirada muy pictórica en su elaboración. Los movimientos de cámara, sutiles y escasos, los usa para recorrer rostros y cuerpos, para dar habida cuenta de esa presencia en ese tiempo que parece no avanzar. Con un naturalismo fotográfico de gran belleza, Las guardianas resulta interesante en su figuración, en ocasiones con cierta abstracción a la hora de transmitir sensaciones y emociones, antes que, en verdad, por un argumento que no posee nada verdaderamente atractivo.

    Porque Beauvois no evita ajustar su película a ciertos modelos, en cuanto a su relato, de cine de prestigio francés con una base melodramática cuya contención emocional se puede agradecer, pero ocasiona, a su vez, una distancia, una frialdad que puede ocasionar que el espectador se aleje de la propuesta. La sobriedad posee más fuerza en la composición de las imágenes que en su dramaturgia, quedando todo algo desligado. Beauvois transmite a la perfección la vida rural en cada detalle, en cada momento, con imágenes tan cercanas a los personajes como al plano general para mostrar un paisaje que varía en cada estación del año, pero que siempre produce algo desolación por las ausencias, por el dolor contenido. Por ese tiempo que pasa y esa espera que se hace insoportable. Pero la historia de la familia y, en especial, la de Francine, la más interesante de Las guardianas, acaba algo varada en un desarrollo narrativo que tiene la virtud de un buen uso de la fragmentación, del uso de la sutilidad del detalle y la ausencia de excesivas explicaciones para algunas cuestiones, pero también el defecto de conducirlo hacia un drama íntimo algo obvio y esquematizado.

    Pero a pesar de ese desequilibrio, Las guardianas resulta un notable trabajo por parte de Beauvois de reelaborar ciertos elementos del clasicismo con una exploración de la imagen para valerse por sí misma para, ya sea mediante largos planos o a través del montaje de imágenes que dialogan entre ellas, dar habida cuenta de un tiempo detenido lejos del infierno de una guerra que se introduce en la vidas de esas mujeres que siguen hacia delante con sus vidas.

    A favor: Las tres actrices protagonistas que dotan de gran personalidad a la película, y la elegancia de estilo de Beauvois.

    En contra: Sin duda su larga duración, que se justifica por ese trabajo con el tiempo cinematográfico del director, pero no así por aquello que relata en su interior.

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