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    Una noche fuera de control
    Críticas
    3,5
    Buena
    Una noche fuera de control

    La despedida de soltera de mi mejor amiga

    por Alberto Corona

    No es ningún secreto que gran parte de la comedia norteamericana protagonizada por personas de marcado espíritu adolescente se ha centrado siempre en varones heterosexuales que, unas veces, trataban de librarse de su virginidad antes de acceder a la universidad y, otras, trataban de librarse momentáneamente de sus futuras o actuales esposas mediante una salida “sólo para chicos”. Ya fuera mediante despedidas de soltero, o juergas kamikazes de resacas épicas, todos estos hombres podían, al fin, sentirse ellos mismos con total libertad, y sin el pernicioso influjo femenino que con tanta mezquindad trataba de encarrilarles en el camino de la madurez. Benditos ellos.

    Una noche fuera de control, escrita y dirigida por Lucia Aniello, no sólo opta por concederles el protagonismo –así como el total derecho a cometer estupideces– a las mujeres, sino que también ironiza sin ningún tipo de temor sobre la representación de los roles de género en este tipo de producciones. Dicha decisión es la que acaba proveyendo al film de una mayor frescura, cuando frente a las peripecias cada vez más delirantes de las chicas el montaje nos planta raudo una reunión de pacíficos hombres –encabezados por Paul W. Downs, coautor del libreto– que organizan catas de vino, conducen en pañales, y se marchan a la ducha a masturbarse plácidamente si su novia está demasiado ocupada preparando el trabajo del día siguiente. 

    Por no hablar, claro, de ese stripper lánguido e inocentón que muere únicamente para garantizar el desarrollo de la trama, y afianzar las relaciones entre las protagonistas. Un grupo de amigas en cuyo seno, por cierto, todas están estupendas, destacando a una Scarlett Johansson que muestra un inusitado entusiasmo por su personaje, y una Kate McKinnon que, justo un año después del recital que dio en Cazafantasmas (2016), vuelve a adueñarse de la función sin ningún tipo de problema. Las secundan Jillian Bell en el imprescindible papel de salidorra, Zoë Kravitz limitándose a tirar de carisma, y una sorprendente Ilana Glazer, veterana junto a Aniello y Downs de la serie Broad City (2014). También anda por ahí, bastante desaprovechada, una Demi Moore pasadísima. 

    Entre todas contribuyen a que Una noche fuera de control posea tanto encanto, y ganas de divertirse y divertir, que los fallos del armazón narrativo apenas repercutan en lo simpática que acaba cayendo. Por cada vez que el ritmo comienza a estancarse y el guión no atina a hacer creíble lo difícil que es deshacerse de un cadáver, Kate McKinnon abre mucho los ojos. Por cada vez que el humor no es tan gracioso como debiera, los voluntariosos machitos hacen algo cuqui. Y así. 

    De este modo, lo que se antojaba como una mezcla tirando a vulgar entre La boda de mi mejor amiga (2011)y Very Bad Things (1998), aclimatada con el frenetismo y la chorrada de las dos primeras entregas de Resacón (2009/2011), acaba encontrando entidad propia, y lo hace en el marco de una etapa del cine comercial que, a nivel de diversidad –y de chistes sobre Rob Lowe–, puede permitir que nos sintamos optimistas y que, mientras ellas se drogan y se colocan diademas con forma de pene en la cabeza, nosotros nos encaminemos sonrientes a la ducha. 

    A favor: Kate McKinnon conseguiría hacernos reír incluso fracturándose el cuello tras salir proyectada de una moto de agua. Oh espera, lo hace.

    En contra: Que cierto sector del público pueda sentirse incómodo o incluso atacado ante el octanaje de ciertos chistes.

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