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    Deadpool 2
    Críticas
    3,5
    Buena
    Deadpool 2

    Todo en orden

    por Alberto Corona

    Cuando Deadpool se estrenó a comienzos del 2016, parecían avecinarse grandes cambios en el género superheroico. Apenas un mes después, llegaba a las pantallas Batman v Superman: El amanecer de la Justicia, y posteriormente Capitán América: Civil War, y luego X-Men: Apocalipsis. Menudo año intenso. El film de Tim Miller, que adaptaba con mucho entusiasmo y escasos recursos las aventuras de uno de los personajes más queridos, pero también más complejos de la Casa de las Ideas, tenía frente a él la oportunidad de alzar la voz y pedir un poco de calma ante el panorama de excesos y 'crossovers' definitivos que se avecinaba, contando con la posibilidad de romper la cuarta pared, guiñarle el ojo al espectador, y preguntarle si no estaba un poco saturado ya. Lo cierto es que no la aprovechó, pero al menos su monumental éxito financiero pudo demostrarle a Fox que en ocasiones una R no tenía por qué ser veneno para la taquilla, y al año siguiente tuvimos la extraordinaria Logan, que tampoco abogaba precisamente por un replanteamiento del género —de hecho, proponía una reivindicación tan visceral como romántica del mismo—, pero al menos sí abría nuevos caminos.

    Pedirle a Deadpool 2 que haga lo propio resulta una pérdida de tiempo, no obstante. Durante su primera incursión en el cine, el Mercenario Bocazas no se había limitado a otra cosa que a refutar, tras Guardianes de la Galaxia, lo bien que podía sentarle al cine de espantajomanes una sumisión total a la comedia, recurriendo para ello a los mismos esquemas narrativos que habíamos visto cientos de veces antes —damisela en apuros, 'flashforwards', villanos sin carisma, alianzas improbables— y aplicándole a todo un barniz posmodernista que podría haber resultado antipático si, bueno, Ryan Reynolds no fuera tan encantador. Así las cosas, Deadpool 2, es una secuela prototípica desde el minuto 1, cuando los guionistas toman una decisión tan perezosa como esclarecedora: esto es más de lo mismo, pero de un color más chillón, y con las jugosísimas ventajas que concede la autoconsciencia. Con la perspectiva de otro éxito millonario entre manos, ya podemos proclamarlo sin necesidad de disimular.

    Todo esto no quiere decir, sin embargo, que el film no sepa encontrar nuevos alicientes que justifiquen el juego cómplice. De hecho, el guión de Rhett Reese, Paul Wernick y un recién incorporado Ryan Reynolds los busca constantemente, y es encomiable comprobar cómo, frente al ombliguismo de la entrega inaugural, esta vez han querido prorrumpir en otras alocadas lluvias de ideas más allá de los discursos de T.J. Miller. Algo que no siempre funciona, como atestiguan los frustrados intentos de hacer de esta Deadpool 2 una película más dramática y oscura, pero que cuando lo hace ofrece incluso más diversión de la que esperábamos. Todo lo relacionado con la X-Force, en ese sentido, es modélico, e incluso hasta cierto punto corrosivo en la manufacturación de ese equipo de gañanes con poderes ridículos, cuando no inexistentes, que sin embargo encuentran un precedente muy claro en una película por la que ha pasado ya la friolera de casi veinte años. Así, que sea Mystery Men la mayor inspiración de varios de los mejores 'gags' de Deadpool 2 no dice nada bueno sobre su capacidad para elaborar discursos actuales, pero sí lo dice, al menos, sobre su exquisito gusto. Porque la secuela del Mercenario Bocazas vuelve a ser una grandísima comedia, y eso es lo único que debería importarnos.

    Frente a la funcionalidad de casi todos sus chistes —que, habiendo como dos millones y pico diseminados por el metraje, ya es bastante funcionalidad— y la simpatía que despiertan las nuevas incorporaciones, el hecho de que las ya citadas ambiciones dramáticas naufraguen en ese abismo de irrelevancia que Wade Wilson conoce tan bien debería ser lo de menos. Algo más doloroso, sin embargo, es el absoluto desdén que vuelven a inspirar las 'set pièces', que aquí se presentan en una cantidad mucho mayor, y además exhiben un CGI obscenamente salvamuebles que no porque el propio Deadpool se ría de él canta menos. Dirigiendo ahora David Leitch, firmante de propuestas tan estimulantes como la primera John Wick y Atómica, nos asalta la inquietud de si el universo Deadpool no será al fin y al cabo un páramo en el que es imposible que germine la personalidad o la enjundia, pero tampoco ha de importarnos mucho: sólo nos queda esperar, entre ruidosas carcajadas porque Josh Brolin también es Thanos y lo sabe, al próximo Logan.

    A favor: La tan cacareada escena postcréditos es una genialidad a muchos niveles.

    En contra: Que Domino salga tan poco, y se le saque tan poco partido a sus poderes.

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