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    Mamá y papá
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Mamá y papá

    ¿Quién puede matar a un padre?

    por Marcos Gandía

    Dentro de unos años, tendremos que sentarnos, preferiblemente ante una mesa de bar llena de cervezas y unos panchitos, y hacer un estudio en serio y exhaustivo sobre la carrera loca que emprendiera (y ahí sigue el muy crack) Nicolas Cage cuando su asesor fiscal le dejara sin un dólar y comenzara a aceptar cualquier película, fuera la que fuera, sin medida, sin control, sin vergüenza, sin escrúpulos, pero con la capacidad para desmadrarse con ellas y en todas ellas. Seguramente, tamaña saturación (para algunos) de estrenos (en VOD, estanterías de la FNAC, canales de TV…) Cage pueda hacer pensar a la mayoría que Mom and Dad es una más, una de tantas y tantas.

    Hacer eso, tener esa impresión, sería un error, ya que no nos hallamos ante un Nicolas Cage del montón a pesar de que se construye desde la serie B más desquiciada y sin ningún tipo de problemas en vender el film como el mayor festival de muecas, gestos y bipolaridad 'bigger tan life' del actor que otrora ganara un Oscar por Leaving Las Vegas, pero que venía, no lo olvidemos, de comerse una cucaracha de verdad en la autista Besos de vampiro. Mom and Dad es pura locura, es una ida de olla absoluta que se beneficia no solamente de la y del haber dejado en casa la medicación de Cage (o de un invitado sorpresa especial como el inmenso Lance Henricksen, protagonista del mejor momento de la película), o del mal de San Vito detrás de las cámaras de Brian Taylor, la otra mitad del tándem chiriplitifláutico junto a Mark Neveldine que nos regalara las dos de Crank con Jason Statham, sino de su premisa tabú e incorrecta: madres y padres impelidos, por una fuerza desconocida, a asesinar a sus hijos.

    Taylor va directo al grano en este Los pájaros con progenitores asesinos, no da ni un minuto de respiro al espectador y se luce con sus dosis emponzoñadas de humor negro, aunque no cruza ciertas líneas rojas demasiado rojas (lo del bebé). Una premisa argumental digna de un cuento de Richard Matheson, sin su profundidad (la película trata de hallar cierto sustrato crítico en el discurso sobre la esclavitud de la paternidad y la maternidad que hace Nicolas Cage, o sobre eso que muchos entendemos de que cuando eres padre dejas de ser otras muchas cosas), pero tan y tan zumbada y tan divertida en su festival locatis que, naturalmente, pasa a ocupar un puesto destacado en esta otra filmografía del sobrino de Francis Ford Coppola.

    A favor: Cage en estado (sobreactuado no, lo siguiente) puro.

    En contra: Que no es tan salvaje como parece.

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