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    El espejo de los otros
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El espejo de los otros

    La última cena

    por Marcos Gandía

    Tras hacernos reír con esa celebración de la diferencia, y de lo de la esencia y el tarro que la contiene, que fuera Corazón de león, al pronto objeto de un remake francés con un miniaturizado digitalmente Jean Dujardin, el director argentino Marcos Carnevale trata de crecer pasando (con una malvada a ratos transición) de la comedia estricta a la comedia con toques dramáticos.

    A quienes observa como si fueran pequeñas criaturas, casi insectos (de una colmena u hormiguero humano, urbano) o bacterias (de esa enfermedad de los tiempos modernos y la civilización llamada incomunicación) son a sus personajes, a los que reúne en un restaurante minúsculo de única mesa, para que saquen afuera (para que hagan grandes) sus miserias, pequeñas miserias por seguir jugando con la premisa del enano de la citada Corazón de león.

    Carnevale toma como modelo claro al Ettore Scola de (claro) La cena, pero también de todas esas piezas de cámara que le finado autor italiano desarrolló a lo largo de su carrera. Las diferentes clases sociales, los diversos arquetipos humanos y el mismo peso de la historia, aunque aquí no exista ese discurrir de los años en algunos trabajos de Scola como La sala de baile, encerradas casi en la penumbra para comer, hablar (sobre todo hablar: estamos en una película argentina) y asistir a una suerte de suicidio colectivo. Estamos, pues, ante una alegoría, ora social y ora política, en la que tal vez le sobraba al director esa evidente metáfora de que el local, el restaurante (El Cenáculo), se halle sito sobre las ruinas de una iglesia.

    Ya sabemos que en las cuatro cenas, cuatro historias, que componen este retablo que incluso podría tildarse de chauceriano (unos cuentos de una Canterbury menos lúbrica de lo esperado pero igual de línea roja marcando el fin de los días), van a servir para un repaso a todas los vicios privados y las públicas virtudes. Y lo que también sabemos es que esta coartada formal es la bandeja de plata para que la plana mayor de las actrices y actores argentinos se luzca. De la risa a la ironía y a la lágrima, El espejo de los otros es reflejo esperpéntico (menos de lo deseado: falta vinagre en esta ensalada) y buñueliano donde el encanto de la burguesía no es discreto pero sí que nos hace sospechar que hay un ángel exterminador ahí fuera, a la salida de ese restaurante.

    A favor: el nuevo tour de force interpretativo de Óscar Martínez.

    En contra: el difícil equilibrio entre comedia y drama.

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