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    Como nuestros padres
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Como nuestros padres

    La tonta del bote

    por Marcos Gandía

    El problema con esa, lógica y necesaria, carrera en pos de romper el techo de cristal es que acabes con la cabeza llena de trozos de vidrio y asomándola a un lugar que es tan, o más, impresentable y estúpido que el del que tratas de escapar. Más o menos es lo que les ha sucedido a las responsables de esta película brasileña, pretendidamente feminista, el no va más de la solidaridad entre mujeres (que ni por asomo aparece ni en el guión ni en el desarrollo del film; al contrario: hay navajazos entre féminas que dejan a la

    pelea de las gitanas en Desde Rusia con amor en una fiesta de pijamas) y el veraz retrato de la mujer de mediana edad, mujer víctima, explotada e insatisfecha. Naranjas de la China. O de Brasilia, qué más da. Como nuestros padres es una película vieja a más no poder. Y conservadora. Mucho. Y machista. Muchísimo. Lo que pasa es que la venden como todo lo contrario, como la oda de la mujer que lo manda todo a la porra (familia, marido aniñado y tan vez infiel, padre parásito) para (redoble de tambor y carcajadas a mansalva) encontrarse a sí misma. Lo de encontrarse a sí misma consiste básicamente en comportarse como el peor de los machitos berzotas, coquetear con el adulterio (a fin de cuentas criticar a los hombres por perder el oremus detrás de un cuerpo femenino está bien, al contrario estamos en terreno de lo moderno y chula e ideológicamente de género). Todo con citas literarias (que la protagonista es culta, faltaría plus, y quiere triunfar en el teatro con ¡una secuela de Casa de muñecas! que la propia heroína de Ibsen arrojaría por el inodoro), escenas en las que se critica la maternidad para al segundo loarla como una militante del PP, y mucha tontería congénita.

    Todo es idiota en la película, sobado a más no poder. Claro, al tratarse de una producción brasileña queda mejor decir que está bien y que las realmente malas eran las dramedy con Sandra Bullock o Julia Roberts (que eran mejores, y tanto que lo eran). Pero ustedes y yo, incluso las impresentables firmante, guionista y actriz de Como nuestros padres saben, sabemos que esto de aquí es como una fotonovela o una telenovela brasileña de la peor estirpe. O una película de esas de Mar Coll con Nora Navas, que esa sí que da realmente más miedo que estamparse la testa con el techo de cristal, y no precisamente el de la homónima y sensacional película de Eloy de la Iglesia.

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