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    Saura(S)
    Críticas
    3,5
    Buena
    Saura(S)

    Cineasta, creador, padre

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Carlos Saura tiene 85 años, 40 películas en su haber y una carrera que abarca seis décadas, pero al cineasta de Huesca le incomoda pensar en la cuestión de mirar atrás y reflexionar sobre el legado que deja a las generaciones del futuro. Más que incomodarle, parece que hasta lo aborrezca, a juzgar por las muchas veces que lo deja caer en Saura(s), documental de Félix Viscarret para la serie Cineastas Contados, producida por Pantalla Partida e Imval Producciones, en el que jóvenes directores se acercan a los maestros de nuestro cine que les precedieron. Tan poco le gusta volver la vista hacia el pasado que incluso le cuesta reconocer sus propias películas, tal y como enseña franco y divertido en un momento del trabajo, cuando se le muestra una imagen de La prima angélica (1973).

    Este es uno de los notables momentos que se despliegan en Saura(s), largometraje articulado a partir de los testimonios de los siete hijos del cineasta – de tres relaciones distintas y de generaciones muy diferentes–, que en una suerte de puzle narrativo tratan de hacerle llegar al espectador esa otra faceta que desconocemos del artista, la más íntima, familiar, probablemente la más esquiva. Cabe adelantar que a Viscarret le cuesta mucho que Carlos Saura le abra su corazón, o como mínimo su caja personal de recuerdos y sentimientos, pero el cineasta de Navarra acepta de manera estoica las limitaciones del reto: ya en la primera entrevista, con Anna Saura, nos enseña de manera frontal lo mucho que va a tener que rascar para conseguir tirarle de la lengua al cineasta.

    De hecho, es precisamente porque Saura acaba cediendo que el documental consigue avanzar más suavemente. Antes, los intentos de Viscarret de poner en escena y lograr con éxito las entrevistas chocan con la presencia de ese Saura socarrón pero lacónico, y en ocasiones el ejercicio metaficcional no acaba de cuajar lo bien que debería. Aún y así, confesiones como cuando el de Huesca se detiene en el plano en el que Laura del Sol y Cristina Hoyos bailan frente a un espejo en Carmen (1983); momentos en que vemos al director en la intimidad de su estudio, manipulando y cambiando piezas de cámaras de fotos; o cuando pinta esos fotosaurios, retratos de su prole, hacen del trabajo un documento conmovedor. El perfil que queda del autor de La caza (1965), Cría cuervos (1975), Bodas de sangre (1981), ¡Ay, Carmela! (1990) o Jotas de Saura (2016) es el de un creador humilde y perseverante, pero también el de una paternidad que huye de zalamerías, distante pero tal vez más comprometida. 

    A favor: Carlos Saura. 

    En contra: Da la sensación de que Viscarret no acaba de salirse del todo con la suya.

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