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    15.17 Tren a París
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    15.17 Tren a París

    Los héroes rednecks del Siglo XXI

    por Alejandro G.Calvo

    Muy dura ha sido la crítica norteamericana contra la nueva película de Clint Eastwood, casi tanto como benévola se ha mostrado con el último MarvelBlack Panther; algo normal si entendemos que la corrección política que domina Hollywood parece haberse hecho con el control de la ética global virtual (la realidad ya es otra cosa). Poco importa que Black Panther sea el film del UCM con menos mojo desde Iron Man 2 (2010), su apuesta política, importantísima, vale mucho más que su peso artístico: un reparto 90% afroamericano y unos personajes femeninos aguerridos y básicos en el devenir de la trama, hacen del último Marvel una rara avis a la que hay que aplaudir, aunque todo ello no deje de parecerse a un truco de marketing de una gran corporación para convertir en dólares los importantes movimientos sociales de la era contemporánea. Claro, 15.17 Tren a París, es todo lo contrario.

    El héroe americano (bastante garrulo) es aupado como símbolo de la lucha antiterrorista e icono de la libertad en occidente a través de su rostro real -los jóvenes que evitaron la tragedia en 2015 se interpretan a sí mismos en la película- mediante la reconstrucción del atentado frustrado en el tren Thalys, Amsterdam-París, donde 500 pasajeros vieron su vida amenazada por un terrorista que fue finalmente detenido por tres turistas norteamericanos: Anthony Sadler, Alek Skarlatos y Spencer Stone (dos de ellos, soldados de la armada americana). La peor idea que ha tenido Clint Eastwood ha sido, precisamente, buscar una suerte de realismo imposible para su film, convirtiendo en actores a los propios Sadler, Skarlatos y Stone, dándole a 15.17 una estructura cercana al psicodrama habitual en programas televisivos de madrugada (al menos, no hay mucha voz en off): justo es decir que los actores son malísimos dado que, precisamente, no son actores. Obviamente esa decisión narrativa le da a Eastwood la posibilidad de dar un gran golpe estético al final de la cinta: cuando se ponen las imágenes reales donde el ex presidente Hollande condecoraba a los norteamericanos, cruzando meta-ficción con realidad y consiguiendo, al menos, una imagen para el recuerdo. Pero hay algo mucho más interesante que todo eso en 15.17, y es que ésta vilipendidada obra no anda lejos de los retratos mostrados en films precedentes del realizador: Sully (2016), El francotirador (2014) o, incluso, Banderas de nuestros padres (2006) o El sargento de hierro (1986); es decir, aquellas obras donde se impone como héroe, e incluso como símbolo de la libertad, el hombre de a pie, por encima de corporaciones, gobiernos y estamentos. Llama la atención que Eastwood dedique media película a retratar la (dura) infancia de los protagonistas, marcada tanto por su fracaso escolar como por su pasión por el ejército. Y es que antes de ser héroes cuyo rostro aparecería en las televisiones de medio mundo, los tres protagonistas eran meros parias: mucho músculo, poca cabeza y demasiada religión y cultura pro-armas, incapaces de ser aceptados en ningún sitio y en ningún lugar (ni siquiera dentro de la jerarquía de la armada se sentían a gusto). Y aún así fueron los que salvaron de la muerte a un montón de personas. Ese gesto es el que ha querido retratar Eastwood con tanta fidelidad que, al final, se ha pasado tres pueblos (tampoco ayuda que la parte central del film sea un aburridísimo viaje turístico por Europa).

    Por eso 15.17 es más atractiva por lo que intenta que por lo que consigue, pero en ningún caso es un film desdeñable.

    A favor: La recreación del atentado.

    En contra: Que Eastwood sea un republicano de a pie nunca ha significado que su cine sea conservador en absoluto.

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