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    Una íntima conviccion
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Una íntima conviccion

    Falso culpable

    por Quim Casas

    La película, basada en el caso real de la desaparición en el año 2000 de la esposa de Jacques Viguier, un profesor universitario de Toulouse, se abre con el final del primer juicio, celebrado en 2009: la voz en off del juez se dirige a los miembros del jurado recordándoles que deben tener una íntima convicción de la culpabilidad o inocencia del acusado y, fuera de campo, sobre un plano de Viguier contemplándolos, los jurados se retiran a deliberar.

    Es un buen inicio, pues concentra tres cosas: la mirada del acusado, el off visual de quienes deben decidir su futuro (un fuera de campo coherente con el carácter anónimo de los miembros del jurado) y el concepto de íntima convicción. No la tuvieron, así que lo declararon inocente. Sí la tiene el personaje de Nora (el único inventado en el filme), una cocinera que formó parte del jurado en 2009 y ayuda al letrado Eric Dupond-Moretti en la defensa de Viguier cuando la fiscalía hace reabrir el caso en el 2010. La íntima convicción del título es doble. Atañe a quienes absolvieron al acusado, pese a sus dudas, y a quien formó parte de ese jurado y es la única persona que sigue convencida de la inocencia de Viguier. Nora no tiene ninguna duda. En la parte de ficción de la película, Clémence, la hija de Viguier, da clases de matemáticas al hijo de Nora.

    En esa relación construye el debutante director y guionista Antoine Raimbault el interés de Nora por el caso. Y sobre Nora se concentra una parte importante de la película previa a las bien resueltas secuencias canónicas del juicio. Nora ayuda a Dupond-Moretti escuchando las 250 horas de cintas con las conversaciones telefónicas de Viguier, el amante de su esposa, amigos y familiares.

    En ese primer bloque, Nora escucha, toma notas, intenta compaginarlo con el restaurante y la dedicación a su hijo, llena las paredes de su casa con pósits… Estamos más cerca de que de un drama judicial, pero en este caso las escuchas se traducen en una obsesión: Nora convierte la defensa de Viguier en la causa de su existencia. Lo mejor del trabajo de Raimbault, apoyado en una buena actriz como Marina Foïs, es que ese proceso está expresado con naturalidad y cordura dramática.

    Viguier es profesor universitario. Un tipo culto y hosco, característica obligada por las circunstancias: Nora le observa desde la calle, tras acompañar a Clémence a su casa, y Viguier aparece en penumbra, sentado junto a la ventana, contemplando a sus hijos con mirada inexpresiva, víctima de las circunstancias; absuelto dos veces, nadie sabe que pasó realmente con su esposa, ya que el cuerpo nunca apareció.

    A Viguier le gusta el cine, pero más los westerns y los musicales que Alfred Hitchcock, cómo declara tras una pregunta insidiosa del tribunal. Aún así, el juez le dice que su caso le recuerda a Falso culpable, filme estrenado en 1957, el año del nacimiento del acusado. Algo hay de los procesos psicológicos de los falsos culpables en el cine hitchcockiano, especialmente el encarnado por Henry Fonda en el filme homónimo, aunque, siendo una película basada en hechos reales, lo que le interesa más a Raimbault es explicar el proceso del personaje inventado. El cine dramatiza los hechos con armas ajenas a la realidad, y Una íntima convicción es un buen ejemplo de ello.

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