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    Destroyer. Una mujer herida
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Destroyer. Una mujer herida

    Una mujer herida

    por Marcos Gandía

    El rostro de esa policía herida, marcada físicamente por el rencor, el odio, el pesar, los remordimientos y la sed de venganza, es el folio en blanco sobre el cual se escribe (a veces con sangre) la historia de un vía crucis, de un auto sacramental sustentado en el sacrificio. Nicole Kidman, en una de esas operaciones de afeamiento y transformación física que siempre encandilan a los encargados de nominar y dar premios (como si una actriz o un actor a cara lavada o súper guapos no fueran considerados respetables intérpretes), lleva sobre sus cansados y golpeados hombros todo el peso de un film que bebe sin esconderse, y sin ningún tipo de prejuicios o remilgos a la hora de fusilar secuencias, personajes e ítems, del policíaco áspero de la década de los 70 del siglo XX. Las líneas entre lo correcto y lo que no lo es, entre el Bien y el Mal, lo justo y lo injusto, hace ya décadas que se desvanecieron. La agente que encarna Kidman lo sabe, es consciente de ello. Como es consciente de que cada vez que cruza esas fronteras difusas, está perdiendo parte de su alma, o convirtiéndose en esos fantasmas criminales que persigue. Fantasmas de un pasado donde ella estaba en ese otro lado y donde ya se gestó el personal infierno que va a acompañarla a lo largo de todo el metraje.

    Karyn Kusama, la directora de Destroyer. Una mujer herida (mejor obviemos esa redundante coletilla en el título en castellano), ha hecho de heroínas enfrentadas con el mundo, pero sobre todo con ellas mismas, su marca de fábrica, su sello autoral à la Sundance. Cuando le funciona, caso de Girlfight (aunque los verdaderos méritos de su creo que ópera prima eran de John Sayles, quien le reescribió el guión, le echó una mano en el rodaje y le supervisó el montaje), se nos revela una autora potente, con cierta tendencia al subrayado dramático, pero notable como narradora. Otro cantar es cuando se estrella (todavía no ha pedido disculpas por Aeon Flux y Jennifer’s body), que es cuando destapa sus debilidades, se pone como feminista trascendentalmente vacía y se hunde en la miseria. Por fortuna, en este su último trabajo no sucede esto. Partiendo ya de un guión excelente, y de la ya mencionada actuación de Nicole Kidman, el seguimiento al pie de la letra de la ambigüedad moral del cine policial setentero y ochentero (de Contra el imperio de la droga a Vicir y morir en Los Angeles) convierten a la película (que tiene algún disculpable instante prescindible) en una cita ineludible para los fans del género.

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