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    Infierno bajo el agua
    Críticas
    3,5
    Buena
    Infierno bajo el agua

    Hasta luego cocodrilo

    por Xavi Sánchez Pons

    Si bien Alexandre Aja estuvo cerca de las ligas mayores del terror moderno con sus primeras películas, Alta tensión y el estupendo remake de Las colinas tienen ojos, el paso tiempo y su filmografía lo han colocado en el territorio de los directores artesanos del género que pueden presumir de una carrera larga y variada en los últimos 15 años de historia del fantastique –ojo, un logro alcance de pocos. Como todo artesano aplicado, Aja cumple en cada trabajo que realiza, un valor seguro a nivel industrial que, eso sí, pocas veces ha brillado o ha tenido los detalles autorales de sus inicios. Por esa razón, por romper con su, a veces, competente pero grisácea faceta de artesano, hay que celebrar Infierno bajo el agua como una obra importante en su carrera; una monster movie enrabietada y sólida que se mira en la mejor serie b de los ochenta, la del Lewis Teague de La bestia bajo el asfalto y de Cujo.

    A mitad de camino entre la diversión gore y retorcida de su Piraña 3D y el terror animal veraniego clásico del Tiburón de Steven Spielberg, Infierno bajo el agua construye un trabajado survival de horror que también coquetea con los filmes de catástrofes climáticas. En lo nuevo de Aja, un padre (Barry Pepper) y una hija (Kaya Scodelario) con una relación tormentosa se quedan atrapados en una casa de Florida asolada por un huracán que inunda el territorio y que libera a una jauría de cocodrilos sedientos de carne. Para enfrentarse a esa amenaza y sobrevivir, padre e hija tienen que superar sus diferencias y trabajar en equipo. El pasado de los dos personajes está ligado al mundo competitivo de la natación profesional. Un detalle argumental llevado al terreno del exploitation con pedigrí que funciona bien a nivel dramático y que lanza una idea loca: la combativa y sufrida nadadora interpretada por Scodelario parece haberse entrenado toda la vida para vencer a los cocodrilos.

    En el terreno del cine de género puro, Infierno bajo el agua ofrece un body count considerable y festivo lleno de mala uva (ese grupo de jóvenes saqueadores que son devorados –merecidamente- por los reptiles), de suspense de la vieja escuela (el paseo de Scodelario por el nido de los cocodrilos) y de violencia cruda (aquí los desmembramientos duelen). La planificación de set pieces de acción como la secuencia –alucinante- que protagoniza Scodelario en una bañera o el juego del ratón y el gato que tiene lugar en el sótano de la casa (lugar donde están atrapados los dos protagonistas), convierte a Infierno bajo el agua en una de las películas más redondas de Aja.

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