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    Los perros no llevan pantalones
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    Borja D.
    Borja D.

    14 usuarios 28 críticas Sigue sus publicaciones

    3,5
    Publicada el 13 de julio de 2020
    Bizarra. Un tanto violenta. Látex y neón. Pero sumamente tierna. Estas son unas breves pinceladas que perfectamente pueden resumir “Los perros no llevan pantalones”. Una película finlandesa que realmente merece la pena ver. J-P Valkeapää logra crear una película con una atmosfera particular y a la vez hablarnos del dolor, el fetichismo y las relaciones humanas (amigos, familia, pareja, etc.)

    Para empezar, esa forma sumamente inteligente que presenta el guion para mostrar las dualidades existentes en el ser humano. Los dos protagonistas, Juha y Mona, tienen doble vida: por un lado, de cara a la galería o de cara al resto de la sociedad, ejercen sus trabajos dentro del sector de la sanidad; mientras que su cara oculta, como si de dos lunas se tratase, insospechada para el resto de sus allegados, está llena de fetichismo y de masoquismo. Ese dolor inherente a dicha vertiente sexual es una droga o una medicina necesaria para ambos protagonistas. Sin ella, sus vidas son tediosas e irrelevantes. Aquí nos encontramos con la paradoja en la que Juha y Mona alivian el dolor, mientras que por otro lado, emplean su cuerpo como blanco perfecto para infringirse dolor. En resumen, el dolor como goce. Además, al personaje de Juha hay que añadirle ese matiz de emplear el dolor como vía para empatizar con la muerte de su mujer.

    Y para llevar a cabo esta tarea se hace uso de una puesta en escena muy estilizada, donde no se busca mostrar lo grotesco del sadismo; sino más bien, ensalzar o mostrar lo estético de esa práctica sexual. Además, esto es coherente con esa necesidad que tienen los personajes de emplear el sado como vía de escape a su realidad. Además, hay que entender que el sadomasoquismo implica violencia, por lo que en el filme el espectador podrá encontrarse ante escenas con una carga evidente y explícita de violencia. Aquí dependerá de la aprensión de dicho espectador a la hora de ver y valorar la película. Lógicamente, aquellos que sean más sensibles, quizás esta película se les atragante en algunas escenas.

    Siguiendo con la puesta en escena, es muy interesante como la propia cámara ya nos establece la relación de dominación de un personaje sobre el otro. Además, el uso continuo del primer plano permite profundizar, como si de un microscópico se tratase (al fin y al cabo, esa es una de las finalidades del primer plano), en el dolor y en las sensaciones del protagonista. Pero en este caso es necesario, para no quedar en un resultado vacío.

    Por otro lado, las interpretaciones de Krista Kosonen y Pekka Strang (Juha y Mona respectivamente) están muy bien. Logran transmitir esa dualidad entre esas dos caras ya comentadas anteriormente. Además, uno llega a contemplar la fragilidad del ser humano. Como el dolor y el miedo nos gobiernan a su antojo y que, en muchos casos, no podemos controlar; impulsándonos a cometer actos que pueden diferir de nuestra propia concepción de nosotros mismos. Ahí creo que acierta Valkeapää, ya que no cae en el error de mostrar simplemente el sadomasoquismo con fines estéticos y carentes de significado; sino que, entre tanta brutalidad, deja un pequeño espacio para que penetre por él la “manifestación del alma”. Su pureza. No sé muy bien cómo expresarlo, y pido disculpas por ello, pero creo que en la película queda muy bien reflejado aquello que estoy intentando decir.

    Por lo tanto, “Los perros no llevan pantalones” es una película muy interesante. Una radiografía del ser humano en la que se demuestra que todos, al fin y al cabo, escondemos ciertas perversiones o secretos ante el resto de la sociedad; bien por miedo al que dirán, bien por timidez. Me ha recordado, en parte y salvando las distancias a la película “En el sótano”, de Ulrich Seidl. Sin embrago la película de Valkeapää, aparte de emplear un género distinto al filme del austríaco (ficción frente a documental), muestra mayor ternura, llegando a empatizar con el dolor y esa necesidad de vivir (a su modo) de Juha y Mona.
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