Opiniones sobre First Cow

First Cow (primera vaca)
Película usa del 2019, de una duración de 121 minutos, con una valoración de 2/10, bajo dirección de Kelly Reichardt, con un presupuesto de 2 millones, y guión de Jonathan Raymond, basada de la novela de este guionista del 2004 The half life (La vida media). Western lírico.

Comienza cuando una chica con su perro encuentran en el bosque dos esqueletos enterrados, olvidados y sepultados por el paso del tiempo.
Este pie nos hace remontarnos al aventuroso Oregón de 1820, cuando Otis ‘Cookie’ Figowitz (John Magaro) cocinero de
un grupo de cazadores de pieles, conoce a un misterioso inmigrante chino (Orion Lee), que huye de un grupo de rusos. El tiempo y las circunstancias harán que sus destinos vuelvan a cruzarse, y su amistad crezca mientras lo hacen las ganas por sacar la vida adelante… pese a cualquier barrera que se cruce en el camino.

Su directora define su aproximación a las coordenadas temporales y geográficas del western salvaje. Se trata de volver a contar un espacio tan mitologizado por el cine americano. A la travesía de colonos a lo inexplorado daba lugar a un relato fundacional depurado de todas las convenciones que uno esperaría de ese tiempo. Ni siquiera una convención tan elemental como el lenguaje servía de algo ante el extravío de sus personajes y su encuentro con un indio con el que eran incapaces de comunicarse. Gran parte de su fuerza radicaba, precisamente, en la inalterabilidad de su escenario, en su forma de salvar la distancia temporal del presente mediante la rotundidad de ese espacio natural. La cámara estaba ahí, atravesando colinas y ríos con nada más que un puñado de personajes y cosas a las que uno, si quería, podía poner nombre. Otra cosa es que ese nombre importara algo.

Uno de los pilares que la sostienen es la amistad creciente entre ambos protagonistas, su encuentro funciona como revulsivo para ellos y como lanzamiento para la trama.
Adquiere un tono reflexivo e íntimo, pues en sus conversaciones sentiremos esa conexión entre ellos y cómo les afecta el mundo que los rodea. Es un filme que avanza en su historia, desnuda a sus personajes.
Nuestros personajes sobreviven y tratan de hacerlo sorteando los obstáculos que se encuentran, para convertirse en autosuficientes. Para ello, encuentran la forma de hacerlo cocinando pasteles… pero la leche es un problema, pues en las nuevas tierras de Estados Unidos no había vacas y tenían que introducirlas desde Europa.

Una cinta que se define como western
lírico, en la que los planos fijos y los diálogos imperan a lo largo del filme. Una película que, si bien no está hecha para todo el mundo debido a su lento ritmo, su oscuridad, y a su gris estética, logra cautivar al espectador y sumergirlo en un mar de naturaleza y de una gran pureza visual.
Funciona desde el punto de vista narrativo, y una cuidada puesta en escena que persigue embellecer cada plano, cuidar cada encuadre y ser precisa en cada movimiento de cámara.

Se nos plantea una presentación de personajes calmada en la que reinan por excelencia los planos fijos y abiertos y los diálogos sencillos con largas pausas. Lo que, a priori, puede parecer aburrido, se transforma en un escenario en el que admirar la naturaleza.

No es hasta la segunda mitad de la película en la que la acción hace acto de presencia. A diferencia de la primera hora en la que las cosas suceden de forma mucho más orgánica y pausada, el desenlace cuenta con la que más de movimiento. Persecuciones, disparos y tensión es lo que les aguarda a la pareja protagonista de la cinta y, si bien podemos deducir como termina gracias a un prólogo situado en la actualidad, pocos apoyarán el final abierto y precipitado.

Una escenografía simple y para nada cargada que lleva al espectador a sentir, ya que todos los elementos que la forman te ayudan a sumergirte en ella. Dejando a un lado la parte narrativa,  es una cinta puramente sensorial que se aleja del género clásico del western.