El Pianista es de las mejores películas que he visto nunca. Aunque el tema sea crudo y desagradable, Polanski la sabe llevar adelante con una gran elegancia y humanidad. Es una de esas películas que te dan que pensar, nos muestra la guerra desde un punto de vista humano que pocas películas del género.
Sin embargo, el film se centrará en un hombre, cuya descomposición racional y física, está brillantemente expuesta por Polanski, desde su burbuja personal, la música, hasta el instinto de supervivencia que aflorará al final. Al principio, el personaje de Szpilman parece un espectador de este horror tan inverosímil, de ahí que se note más que espantado o ausente, en especial cuando observa que los sucesivos decretos nazis van destruyendo limitando y degradando la unión de su familia, que terminan enfrentándose entre todos ellos. La limitación del dinero, la obligación de llevar brazaletes que los identifiquen y la obligación de tener un permiso para trabajar, se transforman en factores detonantes en una familia que ya está consciente del horror que empiezan a vivir.
Pero ya inmerso en el horror, del cuál logra a penas sobrevivir por la ayuda de quienes lo admiran, Szpilman termina por darse cuenta que la música no le sirve para nada. La burbuja se rompe y el músico entiende que si quiere sobrevivir a este infierno tendrá que desvirtuarse como artista y buscar donde no hay nada. Aún así, se aferra a ella como fuente de una fuerza mental sobrehumana, reflejada en aquellas conmovedoras escenas en las que oculto en departamentos y estando frente a un piano, imagina tocarlo, escapando unos meros segundos de ese horror que no para y que durará casi 6 años.
Otro de los elementos del guión dignos de destacar es la propuesta de Polanski de hacer del horror algo no especial, algo escalofriantemente cotidiano, que hace que en ningún momento el ritmo del film decaiga a pesar de su extensión, y que demuestra la maestría para mantener al espectador en vilo, shockeado y enganchado, no así por el morbo que este tipo de films termina por levantar, sino por la posibilidad de ver un final relativamente feliz, una posibilidad honestamente remota, claro está.
La actuación de Adrien Brody es soberbia. Además, el gesto que tiene ya de por sí su rostro, le viene que ni pintado para el papel. No me extraña nada que lo premiaran. Refleja perfectamente lo que una persona sufre cuando debe poner en práctica el instinto de supervivencia.
En definitiva Obra maestra.
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