Mi cuenta
    Gremlins
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Gremlins

    Villancico punk

    por Alberto Corona

    Nadie puede resistirse a la Navidad, ni escapar de su moralina, su ceremonia, su pompa. Porque nadie quiere, sobre todo. Alguien puede ponerse gruñón, odiar el consumismo, la música, las luces, pero difícilmente estará en contra de reunirse con su seres queridos bajo la sombra de un árbol para comer e intercambiar regalos. Así, por lo menos, es como lo ve el cine comercial, y durante gran parte de su andadura han sido muy pocas las veces que ha pretendido distanciarse cínicamente del fenómeno. O, muchas menos, ha querido demolerlo.

    El pasado 2017, El gran desmadre suscribió todas estas características, aclarando que podrías estar en contra de muchas cosas, pero no de tu propia familia. Sólo en la década de los 80 podría haber sido estrenada una película como Gremlins, convirtiéndose de paso en un éxito de taquilla. La obra de Joe Dante nació en un momento en que el cine para todos los públicos, apoyándose en la frivolidad y los neones de la década matriz, empezaba a ser cada vez más rebelde. De hecho, entre ella e Indiana Jones y el templo maldito hubieron de conseguir que cambiara el sistema de calificación y así naciera el PG-13, al amparo de películas que fijaban a los adolescentes como su target esencial, y descubrían que llegados a este punto no tenían por qué guardarse nada dentro. En 1981, Steven Spielberg había abierto el Arca de la Alianza. Tres años después, la mente pensante tras otro producto tan desacomplejado y festivo como Poltergeist tampoco encontraba reparos en arrancarle el corazón a un pobre chaval para dejar que lo mirara, poco antes de estallar en llamas. La imagen de un Papá Noel muerto, atascado en una chimenea y dando a descubrir su verdadera identidad a unos niños aterrorizados era otra transgresión en este mismo sentido. Probablemente, la más definitoria. Quedarnos con los méritos históricos de la película de Dante sería, sin embargo, desmerecer los puramente fílmicos. El guión, firmado por Chris Columbus poco antes de domesticarse, sorprende aún hoy por su cuidadísima articulación.

    La estructura de la trama remite a un film de terror clásico, e incluso cuenta con un prólogo polvoriento y exótico que da cuenta del origen del mal. Sin embargo, el hecho de que el padre de familia que da con sus huesos en tal sitio sea un inventor —profesión que, como todo el mundo sabe, sólo existe en los dibujos y en Regreso al futuro—, y no un promotor inmobiliario, sienta las bases de una narrativa que se permite seducir al público más joven al tiempo que lo aterroriza, mostrando elementos familiares —el diseño de Gizmo, obra maestra de la adorabilidad furry a cargo de Chris Wallas— para a continuación hacerles chocar con la energía kamikaze que bulle dentro de la propuesta, y que de vez en cuando estalla para entusiasmo (y traumitas) de todos.

    La señora rica espejo de Scrooge no se redime, sino que sufre una muerte increíblemente cruel, y con ella precipita la sumisión del film a una anarquía salvaje. Gremlins pasa entonces de película de terror a comedia absurda en la que los moñecos han pasado de ser amenazas demoníacas a gamberros psicópatas que siembran el caos en el pueblo, sin que ninguna regla valga una vez refutadas las primeras tres. Así, no tiene sentido que obliguen a Kate a servirles cerveza, tampoco que canten villancicos a las puertas de las casas de sus víctimas. Y mucho menos lo tiene que entren un cine, pillen palomitas, y se vean con todo entusiasmo Blancanieves y los siete enanitos. Es la lógica demente de Dante, que en su tendencia al pastiche posmoderno consigue aunar slapstick, acción, destrucción, comedia, violencia y terror, sin que nadie tenga la sensación de que algo chirríe. Abonando el terreno para la secuela, aún más milagrosa si cabe.

    En cuanto a la Navidad, ¿qué pasa con la Navidad? Pues que la película, en el colmo del cachondeo, se estrenó en verano de 1984, y logró que las reflexiones de Kate sobre la cantidad de gente que se suicida en estas fiestas no escocieran tanto, pero sí lo suficiente: el personaje de Phoebe Cates tampoco es un Grinch en proceso de reinserción espiritual, sino sólo uno consciente de que en Navidad también pueden pasar cosas terribles. Es mejor que lo asumáis cuanto antes, niños, y os resignéis a esa tormenta llamada adolescencia que se os viene encima. Pero, ante todo, no dejéis de divertiros. Palabra de Joe Dante.

    A favor: Llega a ser un poco más divertida e implosiona sobre sí misma en una nube de carcajadas y aullidos.

    En contra: Que no sea Gremlins 2: La nueva generación.

    ¿Quieres leer más críticas?

    Comentarios

    Back to Top