Crítica de SensaCine.com para El país del agua: Historia e historia

Habiéndose curtido en los ochenta en la realización de varios telefilmes y series de televisión, Stephen Gyllenhaal, padre de los celebérrimos actores Jake y Maggie, contaba con un par de largometrajes en su haber, Y... al rojo vivo y Paris Trout, antes de afrontar esta tercera película, El país del agua, en 1992. En ella adaptaba la novela homónima del británico Graham Swift, cuyo Last Orders también se llevaría poco después a la gran pantalla.

Un Jeremy Irons con bigote en ristre se mete en la piel de Tom Crick, un profesor británico que empieza a dar clases en un instituto americano y gradualmente comenzará a salir a la luz su pasado traumático. Acaba utilizando a sus alumnos como escuchantes terapéuticos, como si ir a sus propias clases consistiera en una terapia parecida a la de tumbarse en un diván. Sin embargo, la película no acaba de lograr una estructura fluida entre esos constantes saltos temporales que van del presente hacia atrás y viceversa.

A favor: Las interpretaciones de Iron y de un jovencito Ethan Hawke en la piel del alumno que empieza a tirarle de la lengua al profesor. La fotografía de Robert Elswit.

En contra: No encuentra un proceder narrativo natural y con ritmo entre pasado y presente.