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    Indignados
    Críticas
    1,5
    Mala
    Indignados

    Turismo revolucionario y discursos retrógrados

    por Gonzalo de Pedro

    Hay muchas maneras de desactivar un movimiento revolucionario, y no todas provienen necesariamente de posiciones de derechas, que son siempre las más evidentes, y las que  confrontan de manera directa las revueltas y revoluciones. Aunque pueda parecer paradójico, muchas veces los verdaderos enemigos de un proceso como el nacido a partir del 15M pueden estar escondidos entre los que dicen compartir, entender, apoyar e incluso participar de sus impulsos y objetivos. Esta película, basada libremente en el que fue uno de los libros de cabecera del movimiento nacido en la madrileña Puerta del Sol, "Indignados", de Stéphane Hessel, puede ser vista como un auténtico compendio de los peligros que tienen ciertas miradas complacientes, supuestamente cómplices, pero superficiales, sobre un movimiento que pretendía ir más allá de las divisiones partidistas para reclamar una actualización de lo político y lo social. Dicho de otra manera: cómo desde el acompañamiento más bienintencionado se puede acabar reduciendo a un conjunto de manifestaciones festivas y vacías de contenido un proceso que ayudó a sacudir el espejismo de la Transición modélica y el Estado del Bienestar, que devolvió las calles a sus verdaderos dueños, los ciudadanos, y que reactivó el pensamiento crítico y político, reintroduciéndolo de nuevo, y de manera brutal, en una sociedad que parecía narcotizada.

    La estrategia de SSSSS parte de una de las grandes lacras de cierto pensamiento de izquierdas, muy extendido entre el cine que se dice social, y que consiste en confundir lo social con lo político, y quedarse en la compasión sin entrar a analizar y criticar las causas. Así, la película sigue de forma aparentemente semi documental, las peripecias de una inmigrante africana que atraviesa Europa de punta a punta en busca de un refugio y una vida mejor, y que termina compartiendo entusiasmo con los manifestantes del 15M. La estrategia de la conmiseración, que no hace sino evacuar el verdadero discurso, se confunde en la película con el folclore de la revolución, la mirada fascinada de un turista que probablemente no es consciente de cómo sus imágenes vacías están contribuyendo a desactivar la potencia de un movimiento que, justamente, puso en jaque la manera de contar, y contarse, la historia y el presente. Esa confusión entre lo social y lo político, esa estrategia de intentar ganarse la complicidad del espectador a través de una protagonista, nada más que un cuerpo, sin historia, sin nombre, sin construcción, no es sino una extensión de esa idea compasiva y caritativa que pretende arreglar los problemas del mundo filmando películas sobre los pobres inmigrantes, y que no se da cuenta que su sistema de representación no es sino una muestra a pequeña escala de los sistemas de represión que pretende criticar: que el director no se detenga para escuchar a la protagonista (sea esta una actriz o una inmigrante de verdad, poco importa) no es sino el mejor ejemplo del verdadero interés del realizador: tranquilizar las conciencias de sus espectadores, que saldrán de la película sintiéndose algo más solidarios, algo más revolucionarios, sin saber que están contribuyendo al mantenimiento de todo ese sistema que dicen criticar. ¿Se les ocurre mejor manera de contribuir a la ignominia?

    Lo mejor: que dura poco.

    Lo peor: que es reaccionaria sin saberlo.

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