Crítica de SensaCine.com para El ladrón de Bagdad: Una película robada

El ladrón de Bagdad (también conocida como El zapatero y la princesa o El ladrón y el zapatero, pues circulan varias versiones distintas) era el ambicionado proyecto que el animador canadiense Richard Williams, animador oscarizado por ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, comenzó en 1968. Partiendo de los relatos contenidos en Las mil y una noches pretendía materializar una gran película animada para adultos que se sostuviera fundamentalmente en la imagen, que contuviera pocos diálogos y mantuviera una esencia muda. Nada más lejos de su acabado final, por el que no solo pasaron más de veinticinco años, sino varias productoras que decidieron la expulsión final de Williams del proyecto tras ver la Warner y la Completion Bond Company las orejas al lobo tras estrenarse el Aladdin de la Disney (que, por cierto, incorporaba muchos elementos de esta). Otro director tomó las riendas, los Weinstein de Miramax entraron en juego y de la película original se dejó fuera todo lo que se quiso y más y se le dio un viraje bastante pernicioso hacia el musical y se pusieron a sumar voces.

El resultado, aunque se puede entrever por dónde iban los tiros de Williams, resulta bastante irregular. El paso del tiempo puede notarse en su factura -las más de dos décadas de confección-, desde una animación más tradicional a secuencias concebidas directamente por ordenador. No obstante, la película es una de esas rarezas que merece la pena visionar y que cada uno complete en su cabeza lo que podría haber sido. Años después, por cierto, un fan de Williams editó un DVD tratando de "hacer justicia a la versión original", completando los pasajes inacabados con dibujos y storyboards.

A favor: La singularidad de su propuesta, la fuerza de algunos pasajes, la rocambolesca (a la vez que malograda) historia de su producción.

En contra: Su irregularidad y la consciencia sobre "la censura" que sufrió el material.