Crítica de SensaCine.com para Guía del autoestopista galáctico: Otra forma de llegar a 42

No sabemos cómo habría sido la versión cinematográfica definitiva de 'La guía del autoestopista galáctico' si Douglas Adams no hubiera fallecido trágicamente en 2001, pero la película dirigida por Garth Jennings cumple un buen papel y sigue el guión e indicaciones que el autor había llegado a completar antes de su muerte. El diseño de los personajes y extrañas razas extraterrestres paridas por Adams está fantásticamente cuidado (insuperable el robot Marvin con la voz bajonera de Alan Rickman), también en sus variaciones previstas para el medio (como el aspecto de los vogones; por cierto, vaya desde aquí mi eterno agradecimiento hacia quien decidió apostar por el látex y no recurrir a animaciones CGI), y la historia centrada en los dos primeros libros de la saga contiene todos los elementos de humor absurdo, ideas asombrosas y ciencia-ficción delicatessen que hicieron de las narraciones radiofónicas y novelas una cima de la cultura británica del siglo XX.

A un imaginativo diseño de producción (con el justo nivel de presupuesto para no resultar aparatoso ni apabullante) se le suma una labor de cásting que demuestra cariño y dedicación por los cuatro costados: desde elegir a Stephen Fry como narrador y voz de La Guía hasta la presencia de Martin Freeman (aunque es verdad que la relevancia de Arthur Dent queda mucho más diluida en la película), Sam Rockwell, Zooey Deschanel, John Malkovich o Bill Nighy. Incluso el peculiar tempo de las novelas de Adams parece estar trasladado a una narración que alterna momentos trepidantes con valles de ritmo que permiten hacer aquello a lo que cualquier viajero debería dedicar su tiempo recorriendo la galaxia: observar la riqueza del paisaje; el humano y el otro.

A favor: Zooey Deschanel con gafas, shorts y calcetines.

En contra: La dimensión lingüística del torrente imaginativo de Adams se pierde al trasladarlo a imágenes en movimiento.