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    Lo que queda del día
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Lo que queda del día

    Convenciones que castran

    por Bibi Ramos

    La novelista y guionista Ruth Prawer Jhabvala, de origen alemán, nacida en una familia de judíos polacos y que más tarde se casaría con un indio, fue responsable de los libretos que adaptaron novelas de Henry James o E. M. Forster a la gran pantalla y formó un fidelísimo dúo de trabajo con el realizador californiano James Ivory. Así trabajaron juntos en Las bostonianas, Una habitación con vistas, Regreso a Howards End y repiten en la sobresaliente cinta que aquí nos ocupa, Lo que queda del día, partiendo en esta ocasión de la novela del japonés Kazuo Ishiguro (de quien también se ha adaptado más recientemente Nunca me abandones).

    Lo que queda del día se sitúa en la Inglaterra de los años cincuenta, en Darlington Hall, una mansión donde ahora vive un millonario americano caracterizado por Christopher Reeve, a cuyo servicio están, entre otros, un incondicional mayordomo interpretado de modo soberbio por Anthony Hopkins. Desde los años treinta, este sirviente ha visto pasar por allí a las más influyentes personalidades del contexto histórico mundial, pero siempre ha sido correcto y eficiente y nunca ha reparado en su propia persona. Una nueva ama de llaves, a la que encarna Emma Thompson, es contratada y provocará cambios en las reprimidas actitudes y sentimientos del conjunto. Ivory dirige magistralmente este relato donde las miradas, las pocas palabras, la sobriedad gestual... logran hablar por sí solas y decir mucho con poco. El diseño de producción, todas las cuestiones de puesta en escena, la elección de encuadres, el retrato de personajes... todo está al servicio de una magnética crónica de época bajo la que los sentimientos luchan por aflorar e inscribirse en el tiempo.

    A favor: La interpretación de Hopkins y una realización magistral en casi todos los sentidos.

    En contra: Tener reparos con este tipo de cine de época, de (a)puesta en escena sobria y fría. Alguna caída de ritmo en sus casi dos horas y media de duración.

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